Lo dijo el maestro: “Más zapatos, poco teléfono y menos internet”

El hombre rosa. Hay días que esta profesión te regala momentos impagables. Uno de ellos fue el 6 de febrero de 2009, cuando entrevisté tomando whisky para SPORT a Candido Cannavò, un periodista gigantesco que dirigió durante 19 años La Gazzetta dello Sport, el diario rosa de los deportes. Cannavò, a sus 76 años, explicaba: “Por lo menos debo haber perdido 10 años de mi vida colgado a un teléfono esperando que una señorita me pusiera en contacto con mi redacción mientras escribía a máquina. Eso es historia, pero no se puede consentir que la tecnología se imponga al espíritu de trabajo”.

Hacia el abismo. Hace cinco años, Cannavò me adoctrinaba y yo me hacía minúsculo: “Ahora los periodistas tienen más relación con su móvil y su ordenador que con sus zapatos porque corremos el riesgo de que el reporterismo de calle quede relegado a favor de un periodista de redacción que se pasa el día hablando por teléfono y mirando internet”.

Reporteros de museo. El diagnóstico de Cannavò se cumple con infalible certeza. Vivimos en tiempos en los que cuando un reportero sale a la calle y se juega la cara para hacer un reportaje, éste es puesto en duda desde un despacho por aquellos que jamás han pisado la calle. Únicamente miran Twitter y señalan al reportero de calle como un objeto extraño, ajeno a ellos, preguntándose: “¿Qué hace este tío en la calle si desde la redacción se controla todo?”. Entonces, suponen que si ha salido a la calle es para sobornar a la gente, montar un numerito y salir en la tele. No hay vuelta de hoja. Lo han dicho en un tuit. No importa la procedencia, el contraste ni el zapato. Ni el teléfono. Para qué lo vas a confirmar. Un periodista de calle, un reportero, es, a día de hoy un objeto tan anticuado como la máquina de escribir de Cannavò.

Lo fácil no es noticia. En esa media hora maravillosa en el bar del Hotel Rallye Cannavò fue más allá. “El periodismo de notas de prensa de los clubes y de gabinetes de comunicación no es periodismo. Es un estropicio. La regla de oro de este oficio es que cuando llega una noticia fácil, no es noticia”.

Semana dura. Cannavò murió 13 días depués de darme en una barra de bar la mejor lección de periodismo de mi vida. Y encima, me pagó un whisky. Esta semana me acordé de él.