“Dejen tranquilo a Messi”

El taxista que me recogió en el aeropuerto de Buenos Aires horas antes de que Messi salvara al Barça de una derrota o un empate en Villarreal me dijo, enfático, como si todos los españoles que desembarcamos acá fuéramos culpables de perseguir a su ídolo:

—¡Dejen tranquilo a Messi!

Luego me lo dijeron en el stand de Tusquets, la editorial de Almudena Grandes, en la Feria del Libro de Buenos Aires. Me lo dijo también una escritora, Esther Cross, autora de un libro sobre el miedo: “Pero, ¿qué les ha hecho el pobre Messi?” Una persona que estaba a su lado la apuntaló: “Esa cosa que dicen que se está reservando para el Mundial…, ¡pero qué boludez!”. Ya de retirada, un taxista cansado y hablador me espetó:

—¿Y usted me puede decir qué les ha hecho a ustedes Lionel Messi?

Es un héroe nacional herido por los españoles, eso es lo que piensan todos aquellos que dejan caer el apellido del astro barcelonista. Lo ven peligrar entre nosotros, consideran que lo estamos descuidando, y que al contrario de lo que piensan aquellos a los que contradicen, ese muchacho se está dejando la piel en el campo “y ni Dios se lo agradece”, como me dijo el recepcionista del hotel cuando repitió los mismos argumentos que todos mis restantes contertulios.

No fue suficiente con decirles que son sólo algunos los que dicen que se reserva, que somos muchos los que decimos que juega como siempre pero con menos pasión (como dijo Menotti, nada menos)… Para muchos argentinos la reticencia hacia Messi es inmerecida, y para darse a sí mismos la razón aconsejan que veamos el último gol del Barça (y compañía) en Villarreal. “¡Ese chico es Dios, no sean boludos!”, dicen, y yo no soy nadie para contradecirles.