El compromiso traicionó a Xabi Alonso

Roy Keane y Paul Scholes, al recibir una tarjeta amarilla en las semifinales, se perdieron la final de la Champions League de 1999, la del Camp Nou y el milagro ante el Bayern Múnich. Scholes no quiso celebrar la victoria ni esa noche, ni tampoco cuando se presentó la Copa a su afición. No la había ganado él. Roy Keane, un poco de lo mismo. Años después, repasando ambos aquellos años, se avergonzaron de esa vergüenza que sintieron aquellos días. Pues claro que era su final, su victoria, y hoy presumen de ella.

Un día Xabi Alonso podrá pensar así, pero no lo hizo ayer, seguro, ni en las próximas semanas. Y eso que el mejor partido del año de su equipo estaba siendo tan responsabilidad suya como de Bale, de propio Cristiano, de Sergio Ramos. Porque ayer ganó el Madrid por su capacidad de recuperación tanto como por su contraataque. Sin lo primero, no hay segundo. Y la gracia de Xabi es que cuando despeja, da el primer pase de lo siguiente, facilitando las contras. Así fue participando Xabi en la primera parte, situado en el lugar adecuado, pendiente del modo en que Coentrao le enseñaba hacia dentro a Robben para cerrarle el camino al holandés, levantando el brazo para señalar a los suyos el camino.

Fue el encuentro perfecto. Pero el compromiso, le traicionó: con 0-3 hizo una entrada innecesaria. Pero ahí está la paradoja: su compromiso no es una traición. Sin lo primero no existe Xabi, y ninguna entrada suya es innecesaria porque si la hace es porque toca. Fútbol es fútbol, Xabi.