Desastre entre las flores

Algunos de los mejores jugadores del mundo actuaron ayer tarde como si fueran los desechos de la gloria; algunos destellos, ciertos contraataques, algunas genialidades opacas…, y al final, la actitud de los que ya saben que perder no es una alternativa imprecisa, sino real. Jugaron a sentirse mal, y al final se sintieron ellos fatal y nos hicieron a todos sentirnos con la vergüenza ajena de percibir el olor de las flores rotas desde hace rato entre grietas de lo que fue antes el mejor equipo posible.

Ahora ya se puede decir que peor no podrían haber jugado; dejaron atrás el último aliento de esperanza, se sumieron en un desconcierto que dejó muy en entredicho su pasado y firmaron la papeleta del desahucio; jugaron para hacernos sentir así, parecía, como si estuvieran firmando, en una especie de metáfora final, el tango de su rendición, no el resumen de su rendimiento. No hay paliativo para este empate de los derrotados, ni hay consuelo para los que hasta el final hemos pensando que la resurrección no es una palabra inexistente para el vocabulario del Barça que ya hizo la peor tarde de su historia de malas tardes. Lo siento, los sigo queriendo, pero los que sigo queriendo no fueron ayer a jugar.