Cuando Cristiano Ronaldo se marchó del campo en Pucela en el minuto ocho, al Madrid le cayó una losa de granito encima. No hubo en el equipo blanco quien metiera miedo al Valladolid en ataque. Morata y Benzema plantaron una pelea desigual, siempre en inferioridad, sin un guión bien definido y sin una coordinación de juego que llegara desde atrás. Faltó Isco. Que estuvo, pero no se le vio. Y la aportación de un futbolista de su clase es decisiva cuando ocurren sucesos como la lesión de Cristiano. Tiene que coger el mando.

El petardazo del Madrid en el Pisuerga podría repetirse en Vigo si quien tiene que asumir galones, se esconde. Ancelotti ha dudado de Isco esta temporada y es el momento de que el malagueño acredite al italiano que es necesario en el once titular. Tiene que hacerse necesario. Y lo será si encuentra a Benzema, si se asocia con Bale para montar buenas contras y si es capaz de llegar al área de Sergio con intención de gol. Isco nació sobrado de virtudes técnicas y ahora le toca poner entusiasmo, voluntad y lucha como exigirá el partido con el Celta. Sin Cristiano, hay que buscar otras fórmulas para no dejar de ser competitivos.