Gran gol y mal rollo

No hay fin de ciclo sin derrota ni amargura aunque para ser ángel caído haya que haber sido ángel. Ya lo saben España y Villa, al que se le ensombreció el humor al ser cambiado. Su gesto torcido en la salida y las explicaciones de Del Bosque (“Nunca me dijo que se retiraba”) revelan desajustes serios en la convivencia. Porque de otro modo es inexplicable que el seleccionador más laureado y el máximo goleador español de la historia no pactaran un final más armónico antes de un partido basura.

Uno y otro estuvieron mal (peor Del Bosque) y oscurecieron el taconazo del asturiano, su último gran muletazo, su gol 59 en 97 partidos. En la depresión del adiós se antoja más difícil encontrarle un relevo que recomponer el buen rollo en el grupo. Porque Villa es un gran delantero en términos absolutos pero casi irremplazable en los términos relativos que añaden al tiqui-taca. Nadie como él se manejó en esa jaula a la que condena el sistema al nueve. Ya le echamos de menos.