El Tour adopta el modelo Vuelta

Sólo fueron dos minutos, pero ¡qué dos minutos! Ver tan pronto a Contador, a Froome, a Nibali, pegándose estacazos es una imagen inédita en el Tour. Y más aún ver a uno de los favoritos de la carrera como es Nibali llegar destacado a la meta y vestirse de amarillo al segundo día. Eso es lo que traen los muros, esos muros que han dado tanta personalidad a la Vuelta. Muros con pendientes de hasta el 30% que rompen la carrera y obligan a los gallitos a retorcerse para aguantar en cabeza. Como las fuerzas están intactas no hubo daños irreversibles para nadie, pero quien no las tuviera o se despistara lo pagaría caro. El Tour escapa así del monótono recorrido que solía deparar en la primera semana.

El Tour llevaba un tiempo adormecido, viviendo de su grandeza. Pero la edición que ganó Wiggins hace dos años despertó las alarmas. Resultó aburridísima. La victoria de Froome el año pasado tampoco pudiera decirse que resultara apasionante. Entre eso y que los recorridos del Tour suelen ser sota, caballo y rey, los organizadores han espabilado, quizá alarmados porque las audiencias descienden y también porque comienza a haber deserciones: Quintana, segundo el año pasado, ha renunciado a participar en la carrera. Entre el muro de ayer y el pavés que está por venir, el espectáculo está garantizado en la primera semana. El Tour ha despertado, y lo ha hecho con el modelo de la Vuelta.