Messi, la luz que va delante es la que alumbra

La vela. Lewis Carroll, autor de Alicia en el país de las maravillas, tiene una frase legendaria: “Me gustaría saber de qué color es la luz de una vela cuando está apagada”. Pues esa luz, en términos futbolísticos, es la de Messi, que ahora está, como dice Diego Torres, en estado latente. ¿Está dormido? Si leen el libro, extraordinario, de Guillem Balagué (Messi, ediciones Cúpula), verán que esa vida esquiva que a veces muestra el extraordinario jugador lo viene a visitar de vez en cuando. Ahora tiene una de esas visitas; de pronto se enrabieta y se comporta como cualquiera: celebra el triunfo, se enfada con el árbitro.

La tierra. Pero cuando está en latencia absoluta mira a la tierra, se concentra ocupándose de un punto fijo, como si se fuera de clase (cosa que tantas veces hizo) o de su barrio y quisiera regresar cuanto antes. Valdano y otros tratadistas de este fenómeno aseguran que él no dejó jamás el barrio donde nació, como en cierto modo le pasó a García Márquez con la Aracataca de su niñez que le sirvió para escribir Cien años de soledad. Así pues, en esos momentos largos de melancolía, de los que últimamente tuvo tantos, Messi espera. ¿A qué espera? Quizá espera a que se prenda la luz; mientras, como Carroll, está mirando la luz que se desprende cuando la vela está apagada.

Encenderse. En el partido ante Holanda se encendió, del equipo argentino, tan sólo Mascherano; como un jabato que aprendiera de Puyol el antiguo pundonor de los futbolistas solitarios, este hombre al que llaman El Jefecito decidió que Argentina no perdía, que Robben se iba a quedar con las ganas. Salvó a Argentina de padecer la angustia brasileña. Luego, en los penaltis, se puso de manifiesto una gestión argentina de la suerte, que es la mezcla de calidad en los lanzamientos y de tino en pararlos. A Mascherano y a Romero le tendrán que dedicar un obelisco, por lo menos.

El futuro. Quizá no pase nada con él mañana, tampoco. Pero hay en este equipo argentino una zona de claridad que sigue viva aunque esté dormida: esa zona es la que ocupa Messi intermitentemente en los partidos; hasta huido es interesante y esa es la luz de la vela cuando está apagada. Mientras esté ahí Alemania juega con tres menos, y eso es lo que no pudo lograr Brasil. Pues si Messi es cinco y necesita a tres, Neymar es dos y necesita a dos, y no estaba, era una luz verdaderamente apagada. A Argentina no hay quien le apague la luz, pues alumbra hasta cuando está apagada. Se llama Messi.