El premio a muchos años de sacrificio

El alemán no se rinde. Jamás. Sólo hay que echarle un vistazo a la historia reciente del todopoderoso Bayern Múnich para darse cuenta de que el pueblo germano es diferente al resto. Los muniqueses probablemente sufrieron la derrota más dura de toda su historia al perder la final de la Champions League 2012 en su campo por penaltis ante el Chelsea. Muchos bávaros aún recuerdan aquella imagen de Bastian Schweinsteiger tirado sobre el césped del Allianz Arena al estrellar el penalti decisivo en el poste. Pero, en vez de caer en la desesperación y hundirse por completo, los alemanes analizaron sus fallos fríamente, se juntaron aún más y conquistaron la orejona un año más tarde en Londres.

La misma historia se repitió el pasado domingo en Río de Janeiro. En el año 2002 la Mannschaft perdió la final contra Brasil, en el 2006 cayó en semifinales contra Italia, en el 2010 también se vio superada en semifinales, esta vez por la Roja, pero Alemania siguió por su camino, confió en sus virtudes y fue recompensda en Brasil. Por cuarta vez en su historia. Pero esta estrella es diferente a las demás. La selección dirigida por Joachim Löw ya no es solamente el equipo más potente físicamente, tampoco basta con decir que sea el más disciplinado. A todas esas virtudes alemanas se le ha añadido calidad técnica y toque. Y lo mejor: a Müller, Götze y Reus aún le quedan muchos años por delante.