Alemania, otra vez campeón tras toneladas de trabajo desde 1990

Según avanzaba la final del Mundial en el estadio Maracaná de Río de Janeiro, más miedo tenía. Una derrota ante los argentinos con un gol de suerte de Higuaín o un tiro libre de Messi habría sido un revés muy duro tras el 7-1 a Brasil en semifinales. Después de esa victoria histórica, Alemania estaba casi obligada a ser campeona del mundo. Y luego hubo un partido abierto en el que yo ya pensaba en la tanda de penaltis.

Incluso me sorprendió el pensamiento de que un equipo europeo seguiría sin ser campeón del mundo en América. Me alivió mucho que el joker (suplente) Mario Götze marcara el 1-0 a siete minutos del final de la prórroga. ¡Qué gol más astuto! Un gol mágico.

Alemania es un campeón del mundo merecido. El equipo marcó el territorio ya al principio con la victoria por 4-0 sobre Portugal. Después llegaron triunfos ajustados y un empate con Ghana, también con momentos de tensión, pero en ningún momento existía la sensación de que fracasarían. Después llegó el punto culminante del 7-1 a Brasil, donde los alemanes se liberaron de todas las ataduras. Precisamente en Brasil, la cuna del fútbol, donde los talentos crecen al parecer en los árboles.

Tengo un gran aprecio a los argentinos a pesar de la derrota. Tuvieron que hacer frente a algunos inconvenientes durante el partido, como una difícil prórroga y una tanda de penaltis con Holanda. Después, tuvieron un día menos para recuperarse. Los argentinos presentaron una increíble batalla ante Alemania.

El éxito de Alemania no se debe a una sola superestrella a pesar de los elogios de algunos expertos como César Luis Menotti, Johan Cruyff o Vicente del Bosque al portero Neuer, el mejor del torneo, a Thomas Müller, el segundo máximo goleador después de James Rodríguez, y por encima de todos a Toni Kroos, una máquina del pase que probable y lamentablemente deje el Bayern Múnich por el Real Madrid. Lo que no se debe culpar: no se puede rechazar una oferta del Real Madrid.

El triunfo de Alemania es un ejemplo clásico del desarrollo de un gran equipo. Después de dos terceros puestos en los Mundiales de 2006 y 2010, se fue formando de manera continuada y fue mejorando paso a paso. Un trabajo de equipo perfecto para lograr el tan ansiado título.

En 1986, cuando yo era seleccionador, perdimos en México la final ante Argentina por 3-2 de forma algo desafortunada después de un partido entretenido y parecido al de Maracaná. En 1990, ganamos 1-0 a Argentina a pesar de Diego Maradona. En ese momento hice algunos cambios: alquilamos un buen hotel, dimos tiempo libre a los jugadores y mejoramos los tratamientos médicos del equipo. Hasta hoy todo eso se siguió perfeccionando, junto a componentes tácticos y de juego.

El cambio del goleador Mario Götze fue una genialidad de un entrenador campeón del mundo. Muchos se frotaron los ojos cuando metió a un jugador con el que apenas había contado antes. Eso es instinto, no se puede prever algo así.

La pregunta ahora es si Joachim Löw continuará siendo seleccionador. Recientemente firmó hasta 2016. Si quiere seguir, yo no veo un trabajo mejor para él como el de la Federación Alemana. Todo funciona bien.

Hemos visto un buen torneo: el desarrollo, la organización, el entusiasmo... Algo así no se esperaba, pero sí se deseaba. Fue un espectáculo que emocionó a todo el mundo. El equipo anfitrión, el gran favorito, fue el único que no pudo participar de la euforia final. Probablemente la presión fue demasiado fuerte. Y con la lesión de Neymar se le torció todo. Pero no es el final del fútbol brasileño. Estoy seguro de que en cuatro años en Rusia veremos un equipo brasileño diferente.