Miguel Molina ha elegido su propio camino

Como tantos otros pilotos, Miguel Molina se inició siendo un niño en el mundo de la competición a través del kárting. Su evolución lógica fueron los monoplazas y el futuro se presentaba prometedor en esta modalidad para él, pero hace cinco años decidió dar un golpe de timón a su trayectoria deportiva y se convirtió en el mejor debutante de la temporada 2010 en el exigente DTM, con apenas veinte años y en su primera experiencia con coches carrozados. Muchos son los pilotos que utilizan el prestigioso certamen alemán de turismos como un trampolín hacia la Fórmula 1, no en vano de allí surgen ocasionalmente protagonistas de los grandes premios. Sin embargo, el catalán ha sabido hacerse con su propio espacio en el DTM y ya ve los monoplazas como una etapa superada.

Una actitud inteligente desde el momento que le permite ser piloto profesional, entendiendo como tal al que cobra por su trabajo y no paga por hacerlo. Se gana la vida en una especialidad de enorme repercusión en determinados mercados (por desgracia no termina de cuajar en el español), con intereses de fabricantes importantes y, en su caso, bajo la tutela de Audi, lo que podría reportarle oportunidades valiosas en el futuro, como ese proyecto de Le Mans que entusiasma a cualquier piloto. Molina confirma que hay vida más allá de los monoplazas y de la Fórmula 1, compitiendo a primerísimo nivel y sin necesidad de hipotecar su vida o mendigar entre los patrocinadores para labrarse un futuro siempre incierto en los grandes premios. Y ganar carreras y desde luego un título en el DTM no es algo al alcance de cualquiera, justo por lo que lucha Miguel… Suerte en el empeño.