Nibali, un auténtico Tiburón

Froome ganó tres etapas y sacó 4:20 minutos a Quintana en 2013; Wiggins ganó una y sacó 3:21 a Froome en 2012; Evans ganó una y sacó 1:34 a Andy Schleck en 2011; Contador no ganó ninguna y sacó 39 segundos a Schleck en 2010, aunque luego le quitaron el Tour por el caso del clembuterol; en el que sí le valió, el de 2009, ganó dos etapas y sacó 4:11 a Schleck; en el primero que se le contabilizó, el de 2007, ganó dos etapas y sacó 23 segundos a Evans. En la edición de este año, Nibali ha ganado cuatro etapas y sacado 7:37 a Peraud. Una barbaridad. En los últimos 17 años esta diferencia no se había dado en el Tour. Nibali se habrá visto favorecido por las retiradas de Contador y de Froome, pero ha mostrado una ambición en absoluto habitual en estos tiempos.

En el ciclismo de pinganillo, una vez conseguida la ventaja necesaria, el líder se limita a controlar. Por eso es tan difícil ver ganar etapas a un vencedor del Tour. Indurain se llevó diez en las cinco ediciones que acabó de amarillo, mas ninguna en línea. Todas fueron contrarreloj, donde basaba su superioridad. Hay que remontarse a los tiempos de Hinault (7 etapas en 1989) o Merckx (8 en 1970 y 1974), para encontrar a los tiburones. Nibali es su heredero: ganó la segunda etapa, donde se puso líder, y tras su golpe de autoridad en el pavés, venció en Belles Filles, se exhibió en Cham­rousse y galleó en Hautacam. Quiso dejar claro que era el legítimo ganador, y lo consiguió. Tras sus alardes, nadie puede discutir su superioridad. ¡Gran Nibali!