Las buenas (y malas) sensaciones que hay en el fútbol

Grupo. Esta tendencia a introducir en el lenguaje del fútbol palabras que dicen lo mismo que las que ya teníamos borda la cursilería. Tomen la palabra grupo, que ahora es la que se usa como equivalente de equipo. El jugador se entrena dentro del grupo o fuera del grupo. Por la misma vía de las palabras que no dicen sino lo que ya había se ha colado una expresión que todos dicen (Rakitic, el último, hablando de lo bien que se siente en el Barça): “Buenas sensaciones”. Cuando se incorporan a un nuevo equipo, tienen “buenas sensaciones”, cuando vuelven de vacaciones tienen también “buenas sensaciones”. Se sentirán bien o mal, ¿a qué viene este circunloquio?

Malestar. Andrés Iniesta también ha incurrido ahora en el nuevo lenguaje. Luis Enrique ha traído “buenas sensaciones”; Ancelotti le produce a Kroos (tuvieron que traducirle, claro) “buenas sensaciones”; está lleno de “buenas sensaciones” el francés que se ha incorporado al Atlético, Griezman. Buenas sensaciones, pues, por doquier. Pero, ¿y las malas sensaciones? ¿Quién habla del malestar del futbolista, dónde están las malas sensaciones del jugador?

Keita. El malestar se vive en el campo, pero cuando el futbolista sale de la cancha, hasta el que muerde o el que pisotea o el que escupe, juzga que lo que pasa en la cancha tiene que ver con el malestar que se vive en el césped. Cuando salen hacen uso de la diplomacia de las buenas sensaciones. No siempre. Pasó con Keita y con Pepe; aquel le negó el saludo, éste se revolvió. Una reyerta bajo los focos. Keita lo explicó con pelos y señales. Esos detalles dicen poco de Pepe, que lo escupió, y de Keita, que se quiso vengar del madridista porque alguna vez lo llamó mono en el campo. Mal por los dos, y mal por los que nunca le dijeron a Pepe que insultar es una falta grave y por los que le han ocultado a Keita que vengarse es la expresión indeseable de muy malas sensaciones…

López. ¿Y Diego López, cómo hablará ahora de sus malas sensaciones? Lo escuchamos hablar de su malestar, es cierto, cuando la afición le reprochaba, al inicio de su incorporación al Madrid, que viniera a usurpar el trono de Casillas. Luego las cosas se fueron normalizando (gracias a las buenas sensaciones que desprende Ancelotti) y él superó aquellos traumas; Iker, sin embargo, siguió con sus malas sensaciones. Ahora el agua baja otros cauces y es Diego el que de nuevo padece el malestar del fútbol.