En 2010, Estados Unidos llegó al Mundial de Turquía en una situación similar a la actual. O peor. Los diez campeones olímpicos en 2008 a los que había convocado (LeBron, Kobe, Wade, Carmelo, Paul...) renunciaron a ir, dejando lo que entonces se calificó como un ‘equipo B’. ¿Les suena? Los doce elegidos eran nuevos, con una base de siete sub-23, varios de ellos desconocidos para el aficionado no trasnochador. Era un equipo con muchos jugadores exteriores y pocos centímetros. Vulnerable, se dijo. Ganó el oro sin problemas cabalgando a lomos de un Kevin Durant espectacular. Aquel KD no era el MVP que es hoy, sino un chico de 21 años que acababa de jugar su primer All Star y cuyo espléndido futuro se transformó en increíble presente en Estambul. Ya nunca miró atrás.

Ahora se repiten las ausencias de la plana mayor (aunque menos graves, pues Rose, Curry y Harden son estrellas consolidadas), las dudas y la cacareada vulnerabilidad interior. Pero no sólo eso; también hay una supernova a punto de desencadenarse: Anthony Davis, un auténtico portento. Con 21 años, dos temporadas en la NBA y ya ‘all star’ al promediar 21 puntos, 10 rebotes, tres tapones y dos acciones de ciencia ficción por partido, The Brow (La Ceja) está destinado a ser el próximo (el único) en asomarse al Olimpo que comparten holgados LeBron y Durant. Contra Brasil ya fue la estrella y sólo un detalle complica que calque la senda hasta el oro de KD en Turquía: allí no estaban Pau e Ibaka. Confiemos, pues, pero no minimicemos a sus pívots. El mejor juega con ellos.