Los mensajes de Mackay provocan otro debate sobre el racismo

Los mensajes. Nadie puede dudar que hay mucho que aprender de la liga inglesa. Y se resalta a menudo en esta esquina del diario. Pero de vez en cuando se abre una puerta y lo que hay dentro huele muy mal. Las campañas institucionales en favor del respeto son habituales y las políticas de igualdad, muy admirables. Pero a veces se descubre cómo son las autoridades en tiempos de crisis. Habrán escuchado la historia: Malkay Mackay, exentrenador del Cardiff, estaba negociando con el Crystal Palace cuando el club inglés recibió un informe detallado de las barbaridades que Mackay dijo en mensajes de texto privados de naturaleza racista, homofóbica y sexista. Nada menos. Por cierto, el informe lo envió el Cardiff, cuyo dueño es de Malasia y era el objetivo de varias bromas de mal gusto del que era entonces su entrenador. También se rió de un agente judío y de una mujer abogada.  

Los argumentos. Los mensajes se publicaron en el Mail y se pararon las conversaciones con el Crystal Palace. Y empezó la quema de la bruja. Será difícil que Mackay consiga un trabajo en mucho tiempo y con razón. Su justificación (“estaba bajo mucha presión” y “solo fueron tres mensajes de entre 10.000”) no se sostiene por ningún lado. A menudo se intenta ocultar un racismo de difícil erradicación con la cosa de que en el fútbol se utilizan vocablos inaceptables como una manera inocente de “bromear”.

En defensa. Pero no fue Mackay el que utilizó el término “bromear”, sino el sindicato de entrenadores (LMA). Creyendo hacerle un favor y con el consentimiento del propio Mackay, emitió una nota pública en la que venía a decir que los mensajes eran el típico lenguaje “bromista” que se usa en el fútbol. ¿De verdad? La LMA tuvo que pedir disculpas por su comunicado.

El racismo. Está bien que se exponga a Mackay por lo que es: un burro. Pero lamentablemente se ha dejado el debate ahí. ¿Cuántos entrenadores negros hay? Ninguno en las cuatro primeras divisiones del fútbol inglés. ¿Y directores generales negros? Cero Y hay más: ¿Cuántos jugadores asiáticos? ¿Entrenadores? En la élite prácticamente ninguno. ¿Y en las redacciones deportivas de los diarios? Muy pocos. Matthew Syed, del Times, y de lectura obligada si se quiere comprender la psicología británica, habla de “racismo implícito”. Y concluye: “El fútbol tiene un problema”.