El 'carbonero' Gómez del Moral fue aclamado en casa

“Estoy harto de las victorias de Altig, me ponen nervioso”, explotó Jacques Anquetil, la estrella de la época, al término de la novena etapa de la Vuelta a España 1962. Por eso permitió que una fuga de seis corredores se disputara el triunfo en Córdoba, la ciudad que acoge la meta de hoy. Uno de ellos era un hombre de la tierra: Antonio Gómez del Moral (Cabra, 15-11-1939). Entonces se llegaba al estadio de El Árcangel. No era el más rápido, pero el aliento del público condujo a lo más alto al entonces ciclista del Faema.

El equipo Helyett-Saint Raphael arrolló en aquella edición, en la que ganó 12 de las 17 etapas y sólo tuvo la oposición de Pérez Francés, segundo. El gran rival de Anquetil militaba en sus propias filas, porque Rudi Altig se rebeló por su exclusión inicial del Tour. El alemán se llevó tres etapas, la última de ellas fue la crono de San Sebastián, donde se suponía que Maître Jacques sentenciaría la carrera. Anquetil se retiró el último día: estaba enfermo, pero también quiso evitarse la imagen de su compañero como ganador.

En aquel 1962, Gómez del Moral conquistó también el Tour del Porvenir, un Tour para jóvenes que celebraba su segunda edición. Fue un enorme suceso en Cabra, donde Antonio trabajó de carbonero antes de ser corredor con su padre, Domingo, y su hermano mayor, José, que también fue ciclista, gregario de Bahamontes en el Tour 1959. El pueblo le recibió con altos honores. Un forastero, extrañado por ver a tanta gente, preguntó qué sucedía. “Que viene el carbonero”, le dijeron los paisanos. “¿Tan escaso está aquí el carbón?, cuestionó el señor.

Antonio obtuvo cuatro victorias en la Vuelta. La última, ya con el Kas, tuvo que compartirla con Luis Ocaña tras empatar en el prólogo de Badajoz de 1969. Poco le duró la alegría: al día siguiente tuvo que volver a Cabra por la muerte de su madre, Carmen. Su padre murió también esa misma noche por la impresión. Les enterraron juntos.