Antes de fichar, le explicaron a Di María que iba a ser el centrocampista por la izquierda en un esquema 5-3-2 parecido al de la selección argentina. Le encajaba. Le permitirá explotar sus características. No se le dijo que va a ser titular porque no hacía falta. La derrota ante el MK Dons del martes no fue más que una manera para Van Gaal de confirmar impresiones: no le sirve ningún suplente. Y la faena que tiene entre manos necesita de un par de temporadas de cirugía estética. Traer a Di María era esencial en su proyecto: el Manchester United necesita velocidad, agresividad sin balón, experiencia y electricidad. Está falto de luces.

Todo eso lo ofrece Di María. El argentino tiene ante sí un reto de altura: su papel en el club de Old Trafford es el que tiene Cristiano en el Madrid. El Fideo ahora es la estrella. El que que tiene que romper no sólo un partido o dos, sino todos. Ser el motor del equipo al que se agarrarán otros jugadores faltos de confianza, sin esa mentalidad ganadora, incluso más de uno en su última oportunidad en la élite. Y Di María lo acepta encantado. Se siente muy confiado y capacitado. Será también un reto para otros futbolistas que deberán ganarse el puesto que de momento sólo tiene garantizado De Gea, Jones, Herrera, Rojo, Van Persie y el exjugador del Madrid.