Lo de Mireia no es un milagro

Hace unos cuantos años, cuando nuestro atletismo entró en desgracia, se dio una explicación: los corredores africanos habían irrumpido en el atletismo y, por sus especiales características, eran muy superiores. No se les podría ganar. En el CSD se dio por válida la excusa. Habría que conformarse. “¿Pero, y en la natación?”, preguntó alguien. “En la natación no hay negros y nunca ganamos”. Cierto. Y se pusieron a trabajar. Hubo ayudas especiales, planes de promoción, subvenciones específicas, de todo. Pero la cosa no acababa de salir. Hasta que Lissavetzky, presidente del CSD, Soler, director, y López de la Fuente, subdirector, se lo tomaron en serio. Ayudaba que Soler procediera de la natación. Y han llegado los resultados.

Ha salido Mireia Belmonte y, detrás, una legión de grandes nadadoras. No es casual que todo sean mujeres. Al margen de que ellas sean más aplicadas en los entrenamientos, que sea una mujer, Mireia, quien tire del carro, provoca que sus compañeras no quieran ser menos. Duane, Judit, Jessica, Melani, etc, quieren ser Mireias. Saben qué hace, cómo se entrena, conocen su preparación, es, en definitiva, una referencia que tienen a su lado cada día. Los hombres tendrán otras, que obviamente no son Mireia, y así les va. Hay un buen trabajo, ha salido una campeonísima y el resto viene solo. Ahora no hay más que cuidarla (de ello se encarga Cardenal) y disfrutar de una deportista excepcional. La historia no ha hecho más que comenzar.