El portero que puede jugar con tres países y los árbitros sin grasa

Goleador. Se habló en estos días de Selección de los vacíos de Xavi y Xabi pero menos de Villa, máximo goleador de la historia de España (59). Desde un rincón cualquiera de Nueva York, tal vez del Bronx donde se entrenará y jugará con el nuevo City, no se perdió el primer gol de Paco Alcácer ni el debut de Munir. Los dos tuvieron al Guaje como espejo. El valenciano llegó a la cantera en 2009, cuando el asturiano aún era ídolo en Mestalla. Munir firmó su primer contrato con el Barça en junio de 2011, justo cuando Villa había marcado en la final de Champions de Wembley. En Nueva York, Villa mata los meses con Óscar Pitillas, preparador físico del Atlético de Madrid al que llevó a la Gran Manzana. Así mantiene la actividad hasta que vuelva a la competición con su nuevo club en marzo.

Triple nacionalidad. Munir ha vuelto a poner sobre la mesa el asunto de los seleccionables. En el Zaragoza hay un caso curioso. Se trata de Óscar Whalley Guardado. De madre mexicana y padre inglés, nació en España por lo que podría jugar en las tres selecciones. De momento, un par de ojeadores de la Premier League ya han pasado por La Romareda.

En forma. Los árbitros actuales de Primera División pesan ocho kilos menos de media que a principio de siglo. El País se hizo eco el pasado lunes de un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Zaragoza y la FEF. El Body Composition in Spanish Soccer Referees demuestra que los árbitros están más en forma y tienen menos grasa que los asistentes. (9% frente al 12 de los antiguos linieres). Hasta 243 árbitros españoles reflejaron el nivel de grasa a través de un aparato conocido por Tanita BC 418-MA. “Uso la báscula 320 días al año”, ha dicho Mateu Lahoz.

Díscolo. Thievy regresó a Almería después de exhibirse con la selección de Congo, con quien hizo dos goles a Nigeria en partido internacional el pasado fin de semana. Francisco, técnico rojiblanco, tiene fe en que, esta vez sí, sea el principio del buen camino. Después de acumular episodios de indisciplina en el Espanyol, aterrizó en Almería tras rechazar el Málaga. A los primeros entrenamientos llegó justo y a la primera concentración, rozando el palo. Tanto, que subió descalzo al autobús del equipo.