Cristiano ha llegado a la sabiduría

Cristiano solía ser un niño al que le gustaba tener el balón, regatear, presumir de su calidad técnica, esa que aprendió en miles de horas de juego en las calles asfaltadas e irregulares de Madeira. Cogía el balón en su área y la conducía hasta la contraria. Ahora es lo mismo y lo contrario. Sigue queriendo la pelota, el protagonismo. Es el líder, el que buscan todos, el que ponen siempre, el que el entrenador deja hacer. Pero su participación hace mejor no a él, o no sólo, sino al equipo. Ayer dio un recital futbolístico y físico, ahora que empieza a encontrar por primera vez en su vida sus límites naturales. Aunque identificó a ratos la banda derecha del ataque como la más conveniente para su juego, apareció en todas partes. Hizo de diez, un diez muy moderno, ahora que los dieces están desapareciendo. Empezó algún ataque desde la posición de interior, se ofreció como compañero de Kroos para el control, esperó la llegada del balón en ataques estáticos en banda (en las dos), contraatacó corriendo en el pasillo del siete, esperó el centro como un nueve, dio el último pase como diez. Provoca tarjetas (ayer tres). Y hace penaltis y los marca.

No dudo que las dudas físicas le han impedido tener una pretemporada de calidad y que acaba de ponerse las pilas. Se le vio fuerte, afilado, participativo, aunque igual no ha descansado lo suficiente para recuperarse de sus problemas. De pequeño, en sus vacaciones, solía correr con unas pesas en sus tobillos para seguir musculando; no entiende de descansos. Pero en los picos que va a tener esta temporada (entre interrupciones físicas si no se cuida bien), Cristiano mostrará su juego glorioso. Ha llegado a la sabiduría futbolística. Aunque en el derbi no fuera suficiente.