El eslovacazo

Siniestro total. Deprimente. Somos una sombra borrosa. En Zilina rescatamos de nuestras memorias batacazos que ya creíamos archivados en el baúl de la Piquer (con ‘r’). Qué lejos quedan las imágenes gozosas y felices de Viena, Johannesburgo y Kiev. No hay manera de reconocer a esta España a la que le sienta mal hasta ese uniforme rojo total, que ya fue claramente gafe en Brasil. Hemos perdido identidad en el juego, en la estética, en la puesta en escena... Esta selección se asemeja a aquella que valerosamente se fajaba, con suerte desigual y fútbol racheado e intermitente, en la primera etapa de Luis Aragonés. Esta dolorosa derrota me recuerda mucho a aquel 2-0 desastroso ante Suecia en octubre de 2006. En aquella ocasión se enderezaron los renglones torcidos (se ganó la Eurocopa dos años después) y ojalá se repita la historia. Pero esto tiene muy mala pinta...

Pobre imagen. Esta España se aferra a símbolos del esplendoroso pasado como Iniesta (el manchego pinchó un balón que caía del cielo como sólo lo saben hacer los genios), Cesc o Silva. Pero casi todos parecen haber perdido fe en la partitura. Sin Xavi ni Xabi, no hay ni regla ni cartabón. Los pequeños deambulan en busca de ese tiqui-taca tan extraviado como el arca perdida. Los gestos delatan la tristeza del equipo. Hasta Iker se vio contagiado en su 158 partido con la absoluta. Arrancó con un paradón a Mak, a mano cambiada, pero minutos más tarde se tragó una falta directa lanzada por Kucka. Iba al centro de la portería y el esférico hizo un extraño, pero Casillas se la comió. Literalmente. El capitán reaccionó después con una buena intervención a un tiro lejano, pero en el segundo gol se le vio sin fe en un remate a bocajarro de esos que él sacaba a lo Perotti en sus buenos tiempos. La España de la triple corona cimentó su éxito en los milagros de Iker y el tejemaneje de la sala de máquinas. Ahora, ni una cosa ni otra. Encima, la apuesta del nueve ha resultado como la kryptonita para Superman...

0 de 6. No puede ser que el delantero centro de un equipo de élite lleve cero goles en 540 minutos. O sea, en seis partidos. Diego Costa se pega hasta con el masajista del equipo rival, pero resulta que ganamos un Mundial y dos Eurocopas sin pelearnos con nadie. Además, no hacía falta buscar fuera si aquí ya teníamos en la recámara a Llorente, Negredo, Morata, Alcácer... Este último me da la razón. Salió para intentar dar la vuelta al desastre y metió el gol de la efímera esperanza. Dos partidos, dos goles. El ariete valencianista debe dibujar el futuro. Costa no ha pasado el corte. Lagarto, lagarto...

Del Bosque. Siempre creí en él pese a los errores consumados desde la tortuosa concentración en Curitiba. Desde el cariño que le tengo le abro una ventana a la esperanza. Le voy a leer la relación de jugadores con más peso en la conquista del Europeo Sub-21, en junio de 2013 en Jerusalén: De Gea, Carvajal, Bartra, Nacho, Iñigo Martínez, Alberto Moreno, Illarra, Koke, Thiago, Tello, Isco, Camacho, Rodrigo, Muniain, Sarabia o Álvaro Vázquez. Y en la Sub-19 estaban Jesé, Deulofeu y Oliver. Sólo Koke asoma de verdad en el once titular. Otros pocos se dejan ver en el frío banquillo. Es el momento de dar el volantazo para poder regresar a la autopista y evitar otro siniestro total. Las revoluciones son difíciles y dolorosas. Pero hay que atreverse a morir de pie o acabaremos como el retrato de Dorian Grey. Desfigurados.