Alonso ni quiere ni puede precipitarse

Día sí y día también surgen informaciones, rumores, dimes y diretes sobre el futuro de Fernando Alonso. Es el tema de moda en la Fórmula 1. Normal, considerando que se trata del destino del que para muchos, entre los que me incluyo, es el mejor piloto de la parrilla. Un culebrón que puede llegar a resultar cansino y que no tiene pinta de ir a resolverse de forma inminente. No creo que el asturiano tenga tomada una decisión y sí que contempla varias opciones que no dependen, por mucho que él se pronuncie en otro sentido, exclusivamente de su voluntad. Y es razonable que se lo tome con calma, que analice todas las posibilidades e intente elegir la más adecuada. Obviamente siempre debería ser así cuando hay que cambiar de equipo, pero más incluso tratándose de un piloto de su edad, ya con poco margen para fiascos antes de que llegue al ocaso de su carrera.

Alonso está obligado a acertar en su próximo destino porque puede que, a sus 33 años, se trate del último equipo de su vida. El suyo tiene que ser un proyecto ganador, no le sirve cualquier cosa y no resulta nada fácil encontrar un volante de esas características, porque escasean como todo lo bueno. De ahí que su prioridad sea Mercedes, el coche hegemónico este año y para el que muchos especialistas pronostican un dominio similar durante un par de temporadas; por el contrario, los planes a medio plazo de Ferrari no le convencen (sobre todo después de cinco campañas nadando contracorriente) y algo similar le ocurre con McLaren y Honda: tienen los mimbres para mostrarse ambiciosos pero tampoco sería de extrañar que necesitaran tiempo para armar un monoplaza ganador. Éste y no otro creo que es el debate interno de Fernando, consciente de lo mucho que se juega con tal decisión.