La desolación de la quimera

En un plis plas el Barça pasó del esplendor en la hierba a la desolación de la quimera. De Natalie Wood a Luis Cernuda, casi sin solución de continuidad. En la lista de desastres, Juanma Trueba no salvó a casi nadie; si acaso, se salvó Neymar, que marcó el gol. Desde mi punto de vista, Mascherano hizo honor al pundonor en la hierba. Pero la quimera, que siempre ha estado en la bota de Messi, hizo mutis en seguida que el Barça decidió que no era su día. Dice una célebre canción argentina, escrita por un poeta que además se estaba muriendo: “Se me está haciendo la noche en la mitad de la tarde; no quiero volverme sombra, quiero ser luz y quedarme”.

Ese arañazo (“quiero ser luz”) tardó mucho tiempo en producirse, hasta el punto que fue noche casi toda la tarde, especialmente cuando, como si así hicieran una metáfora de las distintas fases del desastre, Rakitic e Iniesta conspiraron contra sí mismos, propiciando la arrancada que, por enésima vez, cayó como la noche sobre el bravísimo pero desbordado Bravo.