Lo logre o no, ya ha dejado huella

Cada vez que hablo con un aficionado de mi generación (los que nacimos a mediados de los años 60), coincidimos en señalar que el Madrid de la Quinta del Buitre es con diferencia el que más se nos quedó grabado en la memoria por su calidad y espléndida puesta en escena. Y eso que no ganó la Copa de Europa… Eso significa que aquel equipo liderado por Butragueño, Hugo Sánchez, Míchel, Sanchís, Buyo y Gordillo dejó huella. Lo más importante en el fútbol. El Madrid de Ancelotti ya puede presumir de haber alcanzado ese estatus emocional en el imaginario del madridismo militante. Acabe como acabe su aventura aquí, el Santiago Bernabéu siempre recordará con cariño, respeto y admiración el proyecto del técnico italiano.

Para empezar nos ayudó a ganar la Décima, con esa final taquicárdica en Lisboa que jamás olvidaremos (¡viva el espíritu del 93!). Ya lleva tres títulos ganados y en Marruecos puede alzar en diciembre el cuarto, en sólo 18 meses de trabajo… Ahora tiene otro reto por delante con el récord de victorias consecutivas de la historia del club. Si gana al Rayo el sábado, tendrá que ser torazo en rodeo ajeno para lograrlo (Eibar, Basilea y Málaga). Lo haga o no, la afición le reconocerá igualmente su trabajo. Ancelotti no necesita registros estadísticos. Su fútbol total (el que se vio en el Clásico), su caballerosidad (en las duras y en las maduras) y su templanza para resolver los conflictos lo convierten en un nuevo Miguel Muñoz o Del Bosque. Un hombre de club. Un madridista más.