Invisible e inabarcable

Dicen que nunca tienes una segunda oportunidad para cambiar una primera impresión. Conocí a Koke hace 4 años en un programa de radio y me pareció un gran austero en sus ocupaciones, de los que no quieren más ingredientes porque su guiso ya tiene lo que tiene que tener. Koke es el silencio espontáneo y cómplice que genera el comentario de que ha pasado un ángel. Se dedica a jugar al fútbol con lo que le dictan su instinto y su entrenador, sin más. Juega de todo y de cualquier cosa porque considera el partido entero, el campo al completo. Con la simpleza de ocupar espacios, de devolverla sin espirales, de poner el balón donde quiere, sin efectos.

Cuando Simeone dice en el anuncio de Canal+ “sé Ronaldo, sé Messi, sé Koke…” la gente acaba pensativa porque duda, no localiza lo que significa ser Koke. Quizás por eso en las cuñas radiofónicas dejan sólo a los dos primeros. Porque ser Koke es ser muchos a la vez y que nadie lo advierta. Hacerse imprescindible para mundos lejanos como Simeone y Del Bosque, jugarlo todo, golear, robar, centrar y que no te echen cuenta. Suya es la virtud de quedarse sin premio de la LFP, de que no se percaten de sus fechorías ni la policía ni sus propias víctimas.