El Betis desnuda a una clase

En la espectacular crisis que azota al Real Betis Balompié (ya te veré, Pepe Mel...), el elemento deportivo puede ser lo más aparatoso o visible: como la punta de un 'iceberg'. Pero no es el problema de fondo. Es más, ese 'elemento deportivo' no es el mayor de los problemas: en esencia se trata de un efecto. Desde finales de la primera década del Siglo XXI, el Betis ha hecho implosión y vive en una crisis social permanente que ahora mismo hace tambalear toda la estructura que le queda. Y no solo la deportiva, obviamente. Es la grave secuela del asalto frontal dirigido por un sector de poderes fácticos o llamados 'notables' del beticismo que hacia 2008 se conjuraron para apartar de la Sociedad Anónima Deportiva a su máximo accionista, Manuel Ruiz de Lopera, cuyas acciones (a nombre de la entidad Farusa) fueron suspendidas cautelarmente por la ya legendaria magistrada Mercedes Alaya en julio de 2010: justo cuando Lopera acababa de vender sus títulos al polémico empresario Luis Oliver. Este parece seguir manteniendo muchos derechos sobre esos mismos títulos, a falta de concretar unos pagos que no se produjeron... precisamente por el embargo 'alayesco'.

Cuatro años y medio después de aquel julio de 2010 aún siguen en vigor y de modo insólito, las 'medidas cautelares' de Alaya o 'estado de excepción', como lo definen ciertos abogados. La Audiencia no ha intervenido. Nadie sabe siquiera si la Audiencia Provincial de Sevilla aprobará o no procesar a Lopera por un 'presunto' perjuicio a la entidad de casi 24 millones de euros (Alaya dixit). Tras una serie de ridículos, el primer equipo, de plantilla rotundamente descapitalizada pese a casi cuatro decenas de millares de socios, es sexto en la Liga Adelante... pero solo dos puntos por encima del undécimo, Mallorca, a siete del descenso a Segunda B... y a ocho del ascenso directo. Ni siete peticiones de la Fiscalía (cada día más cercana al foco de Lopera) ni la galopante descomposición de la entidad han sido suficientes para que Alaya opine que cabe aliviar la rigurosidad de sus decisiones de 2010.

En estos cuatro años y medio de situación 'atípica' o 'alegal', el Betis ha visto desfilar administradores judiciales, concursales, presidentes, entrenadores y jugadores varios... y lo que le queda. Reina una buena confusión legal sobre la titularidad de las acciones. Individuos de toda (a)laya, armados de 'tablets', fundaciones, cuentas de Twitter, foros y presuntos derechos de sangre, se enzarzan en riñas atrabiliarias a horca y cuchillo... mientras la imperturbable Alaya se mantiene en su papel de vestal o sacerdotisa: no se sabe bien de qué templo, puesto que aquí ya nadie sabe quién es el bético de verdad: ¿es el que está en contra de Lopera, el que está a favor, el de la Fundación Heliópolis, el que aguanta y aplaude o el que silba, exige e incluso actúa como guerrilla urbana...? Otros se remiten a los presuntos 90 millones de euros de deuda que dejó Lopera... de los que más de 30 se enjugaron entre un pleito ganado a Hacienda y los traspasos de Beñat y Emaná. El concurso (¿'culpable', culpables lo que lo declararon 'culpable', que ya han sido demandados a su vez...?) aún limó más deuda. Pero para hablar del concurso y sus avatares específicos, lo siento mucho: ya se necesitaría entrar en un aula de Mercantil... y de otras especialidades económicas.

Lamentable. Pero algo sí es positivo: el desgobierno y desestructuración del judicializado Betis han servido para desnudar y desenmascarar a una clase: la de los llamados 'notables' o poderes fácticos, que tejieron el hilo legal de Ariadna para envolver a Lopera... y ahora no encuentran la salida al laberinto. No dan ni la talla ni la cara. Ahí se incluyen los hermanos Adolfo y Miguel Cuéllar, distintas ramas de las familias García y Rodríguez de la Borbolla, apellidos bien conocidos en el mundillo judicial. Desde la sombra y entre esa tupida red de fraternidades o hermandades judiciales, los de 'la clase' solo se ponen de acuerdo en vetar sea como sea el regreso de Lopera (a quien en febrero de 2010, la Audiencia le reconoció la legalidad de su compra de acciones en 1992, sin posible recurso en contra), se aferran a los autos de Alaya (que disculpa sus errores con la sensacional frase sacramental de un 'error lo tiene cualquiera') y plantean demandas con muchos flancos débiles... que siempre hallan cauce abierto en cierto juzgado de lo Mercantil. A todo esto, 'el Betis de los béticos' (?) se tienta la ropa que le queda, se mira a sí mismo, ensimismado y asombrado. Como 'groggy'. Se vuelve a hablar de Mel y de Serra Ferrer (lo deportivo ya se intuye secundario): cuando nadie sabe lo que pasará este sábado en... en Llagostera. Íncreíble. Extraordinario. Pero al menos, una vez más, se ha desenmascarado a una cierta clase, tan 'ocultona'. Pero ahí está, tan desnudita a la vista de todos... como desnudo va el Betis, el presunto rey de Segunda, la Liga Adelante...