Agonía en el fútbol y resurrección

Recuerdan que el Barça murió hace unos días? ¿Y que el Atlético (y el Athletic, por cierto) estaba moribundo? ¿Recuerdan que después de que se fuera Rakitic ni dios daba un duro por el Sevilla (y desde el sábado vuelve dios a olvidarse del Sevilla, por cierto)?

A los equipos se los mata o se los resucita muy rápido. Una tosferina del Madrid es un ataque al corazón de sus aficionados; lo que le pasa ahora al equipo de Ancelotti hace santo a Ancelotti, pero éste, que conoció la angustia y el dolor pero nunca estuvo triste una mañana (la frase es de Hemingway), sabe que el triunfo y la derrota son primas hermanas que se llevan mal.

Y una tosferina del Barça…, pues ya saben lo que pasa con una tosferina del Barça. Aquí (en este periódico en el que tan gratamente me siento, aunque yo sea azulgrana) se le dio por agonizante hace cuatro o cinco días; en otra prensa, incluida la de Barcelona, se le hicieron análisis de sangre para declararlo moribundo, desecho de tienta del fútbol mundial. Ya no valía ninguno, desde Bravo, sobre el que se abrió un caso, hasta Neymar, porque además no se sabía atar los cordones.

Ha pasado en otros territorios futbolísticos. A Simeone le regatearon el pan y la sal nada más empezar esta encuesta nacional que se llama Liga. Y a Valverde lo echaron a patadas del prestigio bien ganado. Hasta Guardiola, que para algunos (este cronista incluido) es gloria bendita del fútbol, le negaron el saludo los que en un momento determinado lo vieron flojear…, frente al Madrid.

Estas crisis duran lo que el partido siguiente. Vamos a fijarnos en el caso de la agonía del Barça. Su resurrección tardó lo que quiso Messi, que es como una rueda de fuego (no recuerdo si la definición es de Santi Segurola o de Jorge Valdano, y sea de quien sea es magistral, porque los dos son maestros). El delantero melancólico se hizo dios y habitó entre nosotros, pulverizó de una tacada los dos hitos del gol español y europeo, Zarra y Raúl, fue izado a la gloria (al manteo) por sus compañeros, y recuperó la sonrisa con mucho más brío que la pobre Margarita de Rubén Darío.

Ahora el Barça ya no está en la UVI, ya vuelve a ser el brioso equipo con el que soñó Luis Enrique, que una semana antes de estas hazañas de su mejor futbolista puede presumir de delantero, de victorias. De la agonía a la resurrección, de las malas caras (de Messi, por ejemplo) a la absoluta fe en las propias fuerzas. ¿Hasta cuándo durará este color rosa de los azulgrana? Pues hasta que toque el cornetín de la derrota. Pero, atentos, eso le pasa a cualquiera, como decía Sinuhé el egipcio. Así ha sido y será siempre, por eso el fútbol es más misterioso que la vida. O, mejor, por eso el fútbol es la vida misma.