En Inglaterra se buscaron las verdades incómodas

Hooligans. En Inglaterra, donde el hooliganismo se convirtió en un hobby para muchos que estaba destrozando el disfrute por el fútbol, todo cambió, como se sabe, con las desgracias de Heysel y Hillsbrough. Pero también con el intento de Margaret Thatcher de imponer un carnet de identidad para poder identificar a los hooligans. Aunque el comportamiento de unos pocos era un asunto que afectaba la moral del país y la percepción que el mundo entero tenía del Reino Unido, los británicos mostraron con contundencia su ira por la propuesta gubernamental hasta que se tuvo que retirar. A cambio, empezó una transformación cultural: no se iban a dejar controlar por Thatcher o por el Estado, pero todo el mundo se puso de acuerdo en que el fútbol tenía que cambiar.

Informe Taylor. Este impuso en 1990 transformaciones estructurales en los estadios y nueva legislación. Se educó a la Policía para tratar con el asunto y se acentuó lo más positivo de la hinchada futbolística. Pero el cambio más importante fue la metamorfosis cultural: se decidió que había cosas que no se podían hacer en un campo de fútbol. Los británicos fueron valientes y se pusieron a hablar de las verdades que duelen. Se dejaron de repetir clichés para estudiar la raíz del asunto. Se dejó de endemoniar a los más violentos para buscar los motivos que les llevaban a serlo, y por qué otros se unían a su sinrazón. Reflexionaron y lo cuestionaron todo, absolutamente todo: finalmente expusieron verdades incómodas.

Solución y problema. Así se veía a los aficionados del fútbol. En los campos se oían cánticos racistas, homófobos, xenófobos. Se insultaba a los futbolistas, entrenadores y se justificaba esa falta de respeto. Pero decidieron que era inaceptable. Se mejoraron las dotaciones policiales (pero no solo para castigar, sino para prevenir y construir puentes de comprensión con el fútbol) y se invirtió en los estadios para atraer a nuevas audiencias, alejadas de la violencia callejera de los ochenta. Pero, y esto es la clave, se estaba preparando una nueva manera de ver el fútbol, de disfrutarlo. No sólo se castigó al aficionado malo, sino que se acentuó y apoyó las iniciativas que mostraban el lado positivo de la hinchada. Se pidió respeto, se luchó para que las minorías no sufrieran injurias, y hasta se diseccionó el idioma para ver qué había que arrancar del mismo.

Experto. Escuchen a uno de los principales investigadores sobre la violencia en el fútbol, Clifford Sttot: “Lo de los grupos organizados es un problema más complejo de lo que se suele decir”. No se trataba pues de erradicar a unos demonios que la liaban constantemente. Los británicos se dieron cuenta de que los hooligans eran hijos de su tiempo y decidieron actuar.