El White Friday

En Marruecos. Casablanca está a 1.055 kilómetros de Madrid. Pero les prometo que durante el Almería-Real Madrid sentí que esta histórica ciudad con un nombre inconfundiblemente merengue parecía encontrarse en la Puerta 0 del Bernabéu. Más de 150 marroquíes entregados a la causa blanca. En el minuto 7 se pusieron a cantar el “¡Illa, illa, illa, Juanito Maravilla!”, pidieron el Balón de Oro para Cristiano y me pusieron la piel de gallina cuando gritaron emocionados el “Iker, Iker, Iker”, tras detener el penalti que facilitó el triunfo final, con una fuerza que debería sonrojar a muchos teóricos madridistas que aprovechan la mínima para cebarse con el capitán. Me quedo con el cántico de la Décima, que aquí se saben de memoria, y dejo esta afirmación irrefutable: Marruecos es madridista. Yo lo resumo con tres palabras: MADRIDISMO SIN FRONTERAS.

¡20 victorias! Antes de nada habrá que detenerse dos minutos y ponerse en pie para aplaudir lo que han hecho Ancelotti y sus hijos (así los trata) en estos tres meses para la historia. Ya sé que nadie va a ir a Cibeles para celebrar una racha triunfal, pero les recuerdo que en los últimos 90 días este equipazo solidario y comprometido ha ganado los veinte partidos que ha disputado, ha metido 75 goles y sólo ha encajado 10. Una bestialidad. Un monumento al esfuerzo, la calidad y el sentido del deber. Aquí reman todos en la misma dirección. Desde Casillas hasta Cristiano, pasando por la contundencia de los centrales (Pepe y Varane fueron dos colosos), la versatilidad y verticalidad de los laterales, la sobriedad germana de Kroos, el temple de Illarra, la magia de Isco (¡qué golazo metiste, chaval!) y el poder demoledor y perturbador de esa BBC que ya ha mejorado en calidad y definición a la prestigiosa televisión británica. Ahora toca ganar los dos partidos del Mundialito y aumentar el reto en Mestalla y el Calderón. El récord Guinness mundial de 24 victorias está a tiro. ¡A por ello, campeones!

Buen Almería. Mis amigos del Almería no tienen nada que reprocharse. Jugaron con pasión, intensidad, no bajaron la guardia tras la obra de arte de Isco y hasta Verza demostró la condición humana de Iker. El penalti, que sólo existió en los ojos retorcidos de Álvarez Izquierdo, pudo cambiar la historia. Pero nadie puede negar el mérito de este Madrid que ha sido capaz de sobreponerse a dos averías serias en su sala de máquinas (Modric, James…).

Balón de Oro. Cristiano nunca nos deja tirados. Hasta en las noches en las que parece que todo se le tuerce, acaba copando el plano con sus goles y su ambición desatada. Cuando falló un remate que se fue al limbo y provocó la sorna de buena parte del graderío, pensé: “No sabéis lo que habéis hecho. Ahora os meterá dos goles”. Tocarle el orgullo al portugués es como tocárselo en sus tiempos a Sabonis, un suicidio deportivo.

Mundialito. En Casablanca palpé la pasión que va a sentir el Madrid desde que pise mañana el aeropuerto de Rabat. Ni se imaginan lo que van a vivir aquí durante una semana que será más blanca que las cumbres del Everest. El sentimiento vikingo de este país vecino es tan fuerte que impresiona. Cristiano y compañía se van a sentir como en casa. Así se llama esta peña donde disfruté del 1-4: Casa Madridista de Casablanca. Será una fiesta del fútbol. El Madrid debe salir de Marrakech como campeón del Mundo. Ancelotti y sus chicos se lo merecen.