Cada brazada conduce al oro olímpico

Vamos!, ¡vamos!”. Un par de periodistas de la sección de Más Deporte se desgañitaban delante de un televisor en la redacción de AS ante la mirada atónita de otros compañeros. En pleno diciembre no compite Rafa Nadal, ni corre Alberto Contador... Tampoco jugaban ese día las Guerreras. “¿Qué estáis viendo?”, preguntó un curioso que se incorporó al grupo: “¡Vamos!, ¡vamos!”. Mireia Belmonte acababa de remontar a la húngara Katinka Hosszu, su gran rival este año, y nadaba a por su primer oro en los Mundiales de Doha de piscina corta y hacia el récord del mundo de 200 mariposa. El grupo creció frente a la tele 50 minutos después, cuando la badalonesa cazaba su segundo oro y su segunda plusmarca del día, en 400 estilos.

Mireia Belmonte engancha. Con ella en la piscina, la emoción está asegurada. Nunca se rinde. Tiene carisma. Y es guapa. Sus ojos enamoran a la cámara. En 2012 vino de los Juegos de Londres con dos platas. El año pasado encandiló en los Mundiales de casa, en Barcelona, con otros tres podios: dos platas y un bronce. En el presente 2014 no había grandes citas, pero ella ha seguido igual de grande, con un total de 53 medallas (32 de ellas de oro). Lució en piscina de 50 metros, con sus seis podios (dos títulos) en los Europeos de Berlín. Y también en piscina corta, donde esta temporada ha batido tres récords del mundo, que se unen a otros dos que superó el pasado año. Una manita de récords.

Mireia es incansable. O eso creíamos hasta que le vimos sufrir este domingo en su última prueba del año, en los Campeonatos de España, en Sabadell. Se quedó sin aire, paró, ralentizó, continuó y ganó. Agotada. El 4 de enero estará otra vez en la piscina, en Sierra Nevada, para retomar un camino que tiene como destino sus dos asignaturas pendientes: primero, un oro en unos Mundiales en piscina de 50 metros, en Kazán 2015; y luego, por fin, el anhelado oro olímpico, en Río 2016.