El riesgo de celebrarse a uno mismo en el triunfo

Cada uno tiene su enciclopedia del fútbol; no hace falta que estén escritas, basta que existan en la tradición oral a la que uno recurre.

Cuando no sé de algo que haya sucedido en las distintas capas de la historia (secreta o pública) del fútbol, les pregunto a Gonzalo Suárez, o a Julián García Candau, o a Alfredo Relaño, que es el sabio que tengo más a mano. Le pregunto también, muchísimo, a Jorge Valdano, cuando me lo encuentro, y le pregunto al maestro Bernardo Salazar, al que ya he citado aquí alguna vez con la admiración que siempre le renuevo. A todos les pregunto algo, por este orden: del Barça, del Madrid y de todo.

Preguntar sobre el fútbol a gente que sabe es algo muy distraído, y muy instructivo. No hay nada que le guste más a un aficionado al fútbol que escuchar a otro hablando de lo que ama, y de lo que sabe.

A todos ellos les he preguntado del Barcelona, del Madrid, de todo… De todo le pregunto a Valdano, por ejemplo. Un día le pregunté qué efecto tenían en los niños los gestos de sus héroes, los futbolistas. Entonces estaba reciente la moda que impuso Raúl, el destacadísimo capitán del Real Madrid, que se fue del club siendo él mismo grande todavía, al club no le dio tiempo a achicarlo… Lo cierto es que Raúl, en la cresta de su ola, que duró casi siempre, impuso la moda de besarse el anillo de casado cada vez que celebraba sus goles. Me dijo Valdano que los niños, que obviamente aún no habían pasado por la vicaría, ni civil ni religiosa, hacían lo propio en sus celebraciones. Era una manera más, me dijo el sabio argentino que se atrevió poniéndolo cuando Raúl era casi un niño, de parecerse al héroe de sus mejores goles.

¿Y eso es malo o es bueno? Ni una cosa ni la otra. Los niños son como los espectadores del cine: los aficionados al cine salen de las películas creyéndose Humphrey Bogart o Gary Cooper. Y del fútbol salíamos los niños habiendo querido meter los goles de Kubala, de Di Stéfano o de Ronaldinho, haciendo además las cabriolas de cada uno de ellos. Luego se pusieron de moda otras cosas, como besarse el anillo, y ahí andaban los muchachos imberbes sin saber qué hacían besándose los anillos que no tenían.

Ahora observo que Cristiano Ronaldo posa siempre, o casi siempre, haciendo la V de la Victoria, como si estuviera siempre en actitud de haber ganado, lo cual no es extraño porque gana mucho. Pero si yo fuera su jefe de imagen (que debe ser él mismo) le aconsejaría que atenuara un poco tanta celebración porque un día vamos a ver a los niños, a todos los niños, celebrando en el recreo hasta el hecho de haber respirado mejor que el otro. Yo creo, y esto no se lo he consultado a sabio alguno, que en el fútbol, como en todo, uno debe celebrar tan solo lo estrictamente necesario.