Desde Inglaterra se cree que el vestuario le echa un pulso a Luis Enrique

Sentir generalizado. En esta era en que el Balón de Oro parece el tercer gran título de la temporada, como nos contó un día Alfredo Relaño, en que se juega un Cristiano-Messi en lugar de un Portugal-Argentina. Es casi normal que se quiera reducir la compleja situación de un club como el Barcelona en un asunto de estrella contra entrenador. Casi nunca es un solo tipo el que decide enfrentarse al que manda; a menudo es un sentir generalizado y al final uno, alguien, el más valiente, o muchas veces el mejor o el capitán, decide dar un paso adelante y anunciar que, por ahí, no. Por cierto, así crecen los equipos: también mueren, claro, pero sin discusión no se avanza.

El trato. Da la impresión de que en el Barcelona no sólo un futbolista, sino todo un grupo, ha dejado de creer en su líder. Y la indefinición del equipo es asunto grave porque el camino ya estaba marcado: pasaba por una concepción del juego y por Messi. Me da que al argentino se le está tratando como si estuviera al final de su carrera: se buscan alternativas que no pasan por él necesariamente. Si no se cuenta con La Pulga, que no se le renueve, o que se le diga. De hecho, del mismo modo que Pep Guardiola solucionó un inicio difícil con Leo, igual Luis Enrique tendría que establecer líneas de comunicación con la estrella del equipo. Todos los jugadores no son iguales, “ni todos tienen que ser tratados igual. Sí con el mismo respeto”. Así lo dijo Pep.

Rumores. En todo caso, toda esta compleja colmena de interrelaciones y resultados semanales se explica en los medios de la manera más simple posible: “Messi se ha enfadado”, “las verdaderas elecciones consisten en escoger entre Luis Enrique o Messi”, se ha escrito. “El City espera a Leo”, se cuenta en Inglaterra y se añaden costes (400 millones) y duración de contrato y todo (cinco años). Además hay mucho interés fuera del club para que estas historias se conviertan en incendios, para acabar con la directiva. En lugar de disfrutar del que es quizá el mejor jugador de la historia, lo estamos usando como arma arrojadiza.

Estado de confusión. Nadie me hará creer que la convulsión que vive el vestuario del Barcelona es asunto de uno solo: el equipo sale al campo confundido, las estrellas no destacan, no se sabe bien cómo atacar. Los jugadores, los que dan espectáculo, suelen mirar al banquillo cuando ven que las cosas no salen. En busca de respuestas o culpables. Estoy seguro de que eso es justamente lo que están haciendo todos los futbolistas del Barcelona todos los días: los que juegan y los que no. Y enfocar el asunto en una sola persona es malintencionado o de ignorantes. Sigan rascando...