La vieja argucia de la criba de pilotos en el Dakar

Jornadas tremendamente duras y exigentes estas últimas del Dakar. Nada nuevo, lo previsible. Cada año sucede así porque se trata de la tradicional criba que los organizadores realizan entre los participantes. El viejo truco de dejar la caravana de pilotos diezmada para poder gestionar mejor el desarrollo de la competición… e imagino que ahorrar también en recursos. No es lo mismo, obviamente, alimentar, cuidar y controlar a más de 600 personas que a la mitad. El problema es que tantas complicaciones afectan sobre todo a los privados, a los más modestos, justo aquéllos que hipotecan su vida para poder realizar el sueño de esta aventura única del desierto. Las grandes estrellas y sus equipos poderosos tienen más fácil superar las dificultades iniciales y son los que mantienen el relumbrón e interés de la prueba.

Es posible que se puedan alegar razones de seguridad para cercenar de este modo la participación pero la idea no termina de seducirme por lo que tiene de cruel para esos pilotos anónimos que son quienes dan gran parte del sentido a la leyenda del Dakar. Es evidente que ellos tendrán siempre más difícil acabar que las estrellas y son los primeros en asumirlo, pero otra cosa diferente es que deban asumir una alta posibilidad de que ni siquiera lleguen a alcanzar la jornada de descanso al final de la primera semana. Mucho esfuerzo, dinero, tiempo, dedicación y seguramente disgustos comprometidos por esa necesidad de los organizadores de tener una carrera más manejable, por llamarlo de algún modo. Que los kilómetros y la dificultad pongan a cada uno en su sitio con el paso de las jornadas lo encuentro razonable; forzar esas complicaciones hasta el límite ya me parece menos justo cuando las víctimas son los más débiles.