La moto de campo sigue abandonada a su suerte

Disfrutamos estos días del excepcional rendimiento de los motoristas españoles en el Dakar. Coma, Barreda, Laia, Viladoms o Pedrero nos recuerdan que España es una potencia de la especialidad. Somos los reyes de un deporte clandestino en este país. Sí, como suena. Nuestros pilotos en realidad son proscritos por el mero hecho de entrenarse durante el año para preparar sus compromisos, especialmente esta cumbre que supone la cita sudamericana. Lo mismo es aplicable a los campeones de trial o enduro que dan relumbrón al deporte, de lo poco que realmente va bien por aquí… La ausencia de una ley del medio natural capaz de regular y controlar la práctica de las modalidades de campo sigue dejando en una situación comprometida a estos pilotos de élite, igualmente que a los aficionados que sólo desean disfrutar de su pasión dentro de la legalidad, la coherencia y el respeto.

Y así pasan los años, siguen los éxitos de los pilotos españoles, la persecución no cesa y nadie se muestra dispuesto a tomar cartas en el asunto. Los políticos no dudan en salir en la foto de los triunfadores pero miran a otro sitio cuando toca sensibilizarse con su situación y buscar soluciones. Ni siquiera el sector de la moto parece preocupado por quienes, no deberían olvidarlo, además son sus clientes, los compradores de sus productos. Anesdor (Asociación Nacional de Empresas de las Dos Ruedas) acaba de presentar su balance 2014 y sus proyectos para el nuevo curso. Y entre sus prioridades contemplan asuntos importantes como la seguridad, la movilidad, la eficiencia… pero en modo alguno iniciativas para solventar la discriminación a la moto de campo, su condición de deporte proscrito. Difícil de entender, la verdad. Quizá sólo los grandes protagonistas, los que hoy son héroes y mañana volverán a sentirse perseguidos y acosados, podrían ejercer la presión suficiente para que se les tenga en cuenta de una vez por todas. ¿Estarán por la labor?