Una Vuelta de dos semanas

La Vuelta ha inventado la vuelta de dos semanas. Serán tres, pero en la última no aparece ninguna etapa terrorífica, de esas que todo el mundo espera con impaciencia, porque ahí se decidirá la carrera. No hay Angliru, no hay Bola, no hay Cuitu... Sí hay Andorra. Tremendo recorrido. Será al undécimo día. Tres después, el tríptico: Fuente del Chivo, Sotres y Ermita del Alba. A continuación, entrada la tercera semana, nada comparado con lo que ha quedado atrás: una mini crono, recuerdos a las etapas de Ávila y los puertos madrileños y una introducción a lo que podrá ser en el futuro un diabólico recorrido por las sierras de los pueblos negros de Guadalajara. Todo será muy bonito, pero la Vuelta habrá quedado decidida al doblar la segunda semana.

Eso es lo que cabe esperar del recorrido. Cualquier otra cosa sería una sorpresa. Esta Vuelta supone, desde luego, una innovación. Mucho picante la primera semana y todo lo gordo en la segunda. Quizá no esté mal. Suele pasar que los grandes duelos de los últimos días sobre montañas colosales acaben ofreciendo menos de lo que se espera. La razón es siempre la misma: las fuerzas llegan muy mermadas. Pues ahí están los gigantes de Andorra y de Asturias para que la batalla entre los favoritos sea en plenitud de facultades. Quien salga líder podrá decretar la pax romana para que la tercera semana transcurra plácida por unos recorridos que si bien resultaron épicos antaño, el ciclismo de pinganillo los ha domesticado. Desgraciadamente.