Torres e Isco excitaron al Bernabéu

El Madrid (sería más justo decir Manolo Redondo, el gran fontanero del club, que es quien se encarga de estas cosas) ha hecho a la perfección la transformación de sus radicales. La vieja banda ‘ultrasur’, desprestigiada, ha sido transformada y trasladada de sitio. Ahora es una clac que anima, no mete la pata y en caso contrario quien la meta puede ser expulsado, porque para estar ahí se firma un código de conducta. Independientemente de las razones que han llevado al Madrid a hacer esto (y lo que ha tardado en hacerlo) está bien hecho. Ha pasado bien la prueba del contratiempo copero ante el Atleti.

O sea, se puede. Y por supuesto que el público del fútbol no es de la ópera, ni se pretende. El fútbol se siente de una forma especial, pero es bueno que haya límites antes de llegar a lo desagradable o lo infamante. Aún queda tiempo para que se aplauda a Torres en el Bernabéu cuando se retira con la tarea bien hecha (o para que se aplauda a Cristiano en el Calderón o cualquier sitio en caso similar) pero se ha avanzado mucho. Personalmente, lo que sí me desagradó fue la ovación a Isco por hacer una de las pocas cosas feas que le tengo registradas (si no la única), esa entrada dura a Gabi.

Esos dos pronunciamientos me llevan a los dos nombres del derbi, Torres e Isco. Torres es la confirmación de que el fútbol siempre ofrece revancha. Se fue del Atlético con la asignatura pendiente del Madrid. Su recuerdo era objeto de chanzas. Ahora ha sido protagonista de un episodio brillante que limpia todo lo anterior. En cuanto a Isco, en este Madrid que anda en un bache es el que mejor se mantiene. Siempre juega bien. El aficionado lo siente y le aplaude. Pero eso no debe llevarle a asumir en hora mala el papel de macho alfa del grupo y enredarse en lo que no es lo suyo. Lo suyo es jugar bien.