Un esfuerzo que ha merecido la pena

Esto se acabó. Finalizan dos de las semanas más intensas de mi vida. No me atrevo a decir que las que más, porque llevo ya tantas batallitas que me resulta difícil hacer un ránking, pero sí que puedo asegurar que he vivido uno de los más grandes acontecimientos de mi existencia. Y es que el Dakar, con su gloria y sus miserias, es algo único. Y yo he tenido el privilegio de vivirlo. Con un gran esfuerzo, pero con muchas satisfacciones. Termina un viaje que comenzó en otro desierto lejano, en el Sáhara, cuando estaba de vacaciones. No dudé en aceptar el reto, a pesar de la precipitación, y me alegro de haberlo hecho. Aun a costa de tanto sacrificio, es mucho más lo que he recibido que lo que he dado. Porque tener la oportunidad de vivir este carrera en vivo, pero sobre todo poder contarla a los lectores de AS, es un orgullo y un placer. Llegué tarde. Me costó aclimatarme sobre la marcha. Pero cuando el objetivo es noble, la fuerza te llega sola. Nada importan los kilómetros de avión, las noches en tienda de campaña, la falta de horas de sueño, la suciedad o el dolor de cervicales. El esfuerzo ha merecido la pena.

Pero el mérito no es mío. Sin la ayuda de esos grandes compañeros que tengo en AS, sobre todo los de la Sección de Motor, que han hecho piña para ayudarme, no habría podido culminar. ¡Gracias, amigos! Tampoco quiero olvidar a mi familia del Dakar. Gorka, Quique, Sergi, Fernando, Jesús, Santi, Josep… ha sido un placer convivir, sufrir y disfrutar juntos. Y, por último, Mónica y Nacho, mis hijos, a los que he robado muchos días. Os prometo que los recuperaremos.