El Niño es ahora Neymar

El maestro. Hay una película de Fernando Trueba y hay una obra de Oscar Wilde en las que un hombre maduro alimenta la idea de hacer que otro ser humano más joven sea como él quiere. En ambas obras de arte, uno modela al otro, le hace sentir que puede ser grande e independiente, pero en realidad es la consecuencia del aliento del maestro. A Neymar le hizo ese trabajo de adoctrinamiento sentimental y futbolístico el más eficaz de los jugadores del Barcelona, Lionel Messi. Éste tuvo en el pasado a sus maestros, pero ninguno ha sido tan bueno como lo es él para Neymar.

La filigrana. A los futbolistas del Atlético de Madrid no les gustó (lo dijeron, al final del encuentro) cómo jugaba Neymar al ir ganando. Es una opinión respetable: a nadie le gusta la filigrana… contraria; la respuesta no tenía por qué ser tan desproporcionada, o al menos así lo juzgó el árbitro. Ronaldinho también hacía filigrana, y conseguía aplausos incluso en el estadio del rival eterno, el Real Madrid. Se ve que la paciencia del futbolista y del aficionado es ahora menos laxa, más estricta, así que se armó buena en el terreno de juego. En lugar de contagiar belleza, lo que contagió El Niño del Barça fue una actitud que al Atlético le rebaja esa consideración del equipo más simpático… de Madrid y de España.

Jaleo. Esa actitud, que desmerece la trayectoria del equipo, ha sido jaleada en este encuentro incluso por el entrenador, Cholo Simeone. Decía Jesús Gallego en el Carrusel que mientras el Barça iba a la semifinal el Atlético se iba al psiquiatra. Cuando El Niño del Atlético marcó su primer gol, así como cuando remontó el empate que había alcanzado Neymar, tuve la premonición de que al equipo de Luis Enrique le entraría la pájara. No fue así. Y es que este es otro Barça que es capaz de levantarse del jaleo.

Fortuna. Este Barça que remonta no es el Barça resignado de Donosti, por ejemplo, donde nació el mal azulgrana más reciente. Cuando perdía siguió jugando, cuando empató no se sintió sumergido en la ansiedad de aguantar, y cuando volvía a perder siguió ensayando el juego que ahora es su divisa, apoyado en un equipo reconocible y asistido por el Maestro, que sirvió al Niño dos goles que recuperaron la alegría en la casa del triste. Ese Barcelona triste de hace unas semanas ya puede cantar victorias; no es el final de su reválida, claro, pero quién lo ha visto y quién lo ve: ni la sombra de lo que era.

Penalti. La madre de todos los tópicos del fútbol suele ser el árbitro cuando pita un penalti. Pudo haber desequilibrado el partido; pero el Atlético de Madrid se empeñó en desequilibrarlo del todo cuando fabricó en su contra expulsiones estúpidas que dejaron el encuentro a merced de la rutina (y a merced de Messi) en cuanto los futbolistas volvieron al campo. El Atlético de Simeone es una maquinaria casi perfecta; cuando en el engranaje se le va una figura, aunque ésta sea secundaria, todo el equipo se convierte en un error de cásting. Estaba previsto que fuera un partido duro, áspero, qué duda cabe que esa no es una adivinación difícil de hacer tratándose del equipo rojiblanco. Pero lo que no esperábamos de este gran equipo duro era que hiciera un partido tonto. Desperdició la renta de El Niño y dejó que creciera sobre la hierba El Niño de ahora, Neymar, asistido de cerca por su maestro argentino.