Txikon en la pradera de las hadas

Tras unas semanas turbulentas en las que las autoridades chinas le denegaron el permiso del K2 y su entrada en el Xinjiang, el alpinista español Alex Txikon se encuentra en la pradera de las hadas, como poéticamente bautizaron los alemanes al campo base del Nanga Parbat (8.125 m). Su intención es ascender en invierno, por primera vez en la historia, a la novena montaña más alta del mundo. El Nanga Parbat y el K2, ambos en territorio de Pakistán, aunque uno pertenece al Himalaya y el otro al Karakórum, son los únicos ochomiles que quedan por escalar en temporada invernal.

Este tipo de expediciones, de una dureza y un grado de compromiso sin igual, representan la última frontera del alpinismo clásico, el más exigente y el que mejor encarna los valores de una actividad arriesgada que supera con mucho los aspectos deportivos. Sus acompañantes en el K2, Adam Bielecki y Denis Urubko, no han querido sumarse con Alex a la escalada del Nanga Parbat debido a la conflictiva situación que se vive en la zona y que hace año y medio se saldó con el asesinato de once personas en el mismo lugar donde ahora se encuentra Alex.

Sólo el haber decidido emprender esta expedición, contra viento y marea, indica el carácter de este vasco con raíces andaluzas, tozudo y fuerte hasta el punto de levantar piedras de más de cien kilos o llevarse troncos de Vizcaya a Pakistán para hacer demostraciones de aizcolari. Por eso ahora se encuentra en un paisaje nevado, escoltado por cuatro policías que le ha colocado el gobierno de Pakistán, aplastado por la sombra de una montaña que probablemente es la que más leyendas y literatura ha generado. Es necesaria mucha valentía, simplemente el haber tomado esta decisión, para estar ahora mismo allí pasando frío o fijando cuerda por un empinado corredor helado camino del campo 2 (6.200 metros).

Porque para enfrentarse a un ochomil como el Nanga Parbat es tan importante la fortaleza como tener la cabeza sujeta con cables de acero —como dijo el explorador británico Apsley Cherry-Garrard— pues una montaña no es sólo la suma de sus dificultades y su altitud, sino también la barrera de emoción, miedos y sentimiento que nos provoca. Y, en este sentido, la leyenda negra del Nanga la cargó de maldiciones y apelativos como montaña asesina debido a una historia más dramática que en ninguna otra gran montaña. En tan sólo dos expediciones desaparecerían 26 personas, la flor y nata del alpinismo germano. Es muy probable que no lo consiga, pero Alex ya ha dado el paso más importante: atreverse a fracasar.