El fútbol que surgió del frío

El fútbol es un deporte implacable: pase lo que pase, haga frío o calor, se juega a la intemperie; ahora que sigue haciendo frío los futbolistas tienen que ir con guantes, los entrenadores están vestidos como para viajar en alta mar (fíjense en esa gola azul marino que usa Luis Enrique: parece un rey de los antiguos) y los espectadores se calientan como pueden; hay estadios mejor acondicionados que otros, pero en general los graderíos son espartanos, por no decir groseros: has de sentarte sin protección alguna y encima de ti no hay ni un chubasquero. Pero, como se dice para tantas cosas, el fútbol es así, y ha de tener su grado suficiente de incomodidad para ser de veras el deporte de origen proletario que los historiadores aseguran que es.

Eso ocurre con respecto a los estadios; con respecto a la Liga propiamente dicha, que es de lo que se trata, no hay duda de que el frío la ha puesto patas arriba. Cuando hacía otoño, y no estaba todo tan helado, el Madrid ganaba paseando; cambió de clima y se fue a Dubai, donde hacer calor siempre, y se le cambió el metabolismo al equipo. Desde que se produjo ese viaje arábigo, dicen los que saben, el fútbol de Madrid bajó a los decibelios inaudibles y empezó a perder, a empatar, a ganar por los pelos y, además, a escenificar inconveniencias que uno tenía reservadas para el Barça de sus pecados. Escándalos grandes y chiquitos que antes eran propios de la plantilla azulgrana empezaron a prosperar en la parte festiva del equipo de Ancelotti y no sólo la Liga empezó a volcarse lejos de la considerable ventaja anterior sino que la afición (como ocurre en Barcelona cada dos por tres) ha empezado a perder cuentas por actos loquinarios que antes eran reservados. La consecuencia de todo ello, como ocurrió con otros apresuramientos en la historia, es que el equipo que regresó del calor de Dubai no ha tenido un buen comportamiento bajo los aires gélidos de esta época.

Todo ello ha puesto en peligro, para el Madrid, el tablero de la Liga, mientras que Atlético y Barça, los enemigos inmortales y mortales a la vez, han levantado la cabeza hasta hacerse armónicos y desafiantes, frente a un conjunto que se despereza entre las mantas de este invierno de su descontento.

¿Qué pasará? La Liga es una locura en sí misma, y es una cuestión de estaciones. En la estación actual pasa una cosa, pero luego viene un tren y donde antes había abundancia se precipita la escasez. No es bueno que los aficionados vendamos la piel antes de cazarla, ni es bueno pensar que el mejor es siempre el mejor, pues viene el frío, incluso en primavera, y lo tumba con una gripe. Ahora los del Barça vamos sobrados, pero quien cante victoria antes de tiempo corre el riesgo de morir del frío del fútbol, que sucede mayormente en la intemperie de los estadios.