Un gesto digno de un capitán

El partido (la pesadilla, mejor dicho) acababa de finalizar. Algunos jugadores ya enfilaban a la carrera el túnel de vestuarios, carcomidos por la vergüenza y el esperpento protagonizado ante el Schalke. En ese momento de zozobra donde muchos esconden la cabeza para eludir responsabilidades, Casillas sacó a relucir su brazalete de capitán y fue llamando a todos sus compañeros para que volviesen al centro del campo y diesen la cara ante la afición. Iker sabía que el Bernabéu iba a dedicarles una pitada ruidosa. Pero era merecida y nadie debía quedarse fuera de esa foto-castigo.

A Casillas, y seguramente alguna vez con razón, se le ha achacado que a pesar de ser capitán a menudo ha ido un poco a su bola y no se ha comprometido en las funciones propias de ese rango como sí hicieron varios de sus antecesores (Raúl, Hierro...). Pero el mostoleño ha madurado a base de palos (en forma de pitos), a los que el club no siempre ha puesto sordina. Por eso, el gesto del pasado martes tiene doble valor. Demuestra que sigue sintiéndose comprometido con ese escudo que defiende desde que era un niño de nueve años. Él sabía que ante los alemanes había tenido una noche aciaga (en los tres primeros goles no fue el Iker que conocemos) y así demostró que no piensa arrojar la toalla...