Todo lo que atañe a Cristiano es seguido en Portugal con el mayor interés. Sus éxitos se celebran como propios, pero también se sufre cuando pasa por malos momentos como los de ahora, que ni tan siquiera disimula.

La situación no hace nada feliz a los que le admiran y que hace ya demasiado tiempo que no disfrutan de su juego. A eso se junta la preocupación por el partido de Portugal del próximo día 29 contra Serbia, decisivo para garantizar su presencia en la Eurocopa. Una semana antes, Cristiano tendrá de disputar el Clásico frente al Barça, así que, en pocos días, tendrá que lidiar con la responsabilidad de que sus actuaciones sean vitales para el futuro inmediato de su club y de su país. Portugal necesita, en el Estadio da Luz, a un Cristiano en su mejor versión y ojalá el recuerdo de la Champions conquistada en ese mismo campo le sirva de motivación.

Los que le conocen mejor creen que la crisis que atraviesa es bastante más de orden psicológico que físico, cuyo origen está en factores relacionados con su vida personal: la famosa fiesta de cumpleaños que tuvo una trascendencia que él no esperaba y que tanto le disgustó. A eso añadamos su permanente autoexigencia, que le provoca una ansiedad al comprobar que las cosas no van bien y que se están prolongando demasiado en el tiempo.

Cristiano no está siendo capaz de superar la situación y para conseguirlo más que psicólogos lo que necesita es apoyo, cariño y solidaridad de todos los que están a su alrededor. Precisa comprensión de su afición: pitos en el Camp Nou pero no en el Bernabéu. Decía Ancelotti que en el club más grande del mundo las críticas son también las mayores del mundo. Cristiano es consciente de que no está en el sitio más fácil para solucionar sus problemas actuales.

Él no puede dudar de sí mismo y está obligado a encarar con confianza la que podrá ser su semana grande del año. Con goles y buenas exhibiciones en Barcelona y Lisboa podría acabar con esta crisis y, así, de nuevo estaría de vuelta el gran Cristiano.