Un mundo raro

En la sombra. El futbol es un mundo raro. Pudo haber ganado el Madrid al final de la primera parte. Y el Barça pudo haber ganado mucho más en la segunda, pero también pudo perder. En ese toma y daca histórico los dos grandes, Messi y Cristiano, jugaron en la sombra, aunque el portugués ensayó la remontada, y sólo la presencia de Xavi y Busquets le dio al Barça el respiro que no tuvo al principio.

Luis Suárez. Es un valor seguro en el Barça; no es bueno, ni en fútbol ni en nada, hacer comparaciones odiosas, pero en este Barça de hoy hay dos luminarias encendidas; una es la de Messi, pero es la luz que va delante, como decía Hernández Coronado, y es un tópico señalar sus efectos; y la otra luz bien encendida es la del delantero uruguayo, que anoche le dio al Barcelona una victoria bien difícil. Es voluntarioso; un trabajador técnico y laborioso que no deja nunca fuera una tuerca. Es, además, paciente y solidario; no recibe tanto de los demás (de Neymar, por ejemplo) como lo que él da. Y es agradecido: a Messi lo tiene en un altar, y él le ofrece al delantero argentino la pleitesía adecuada.

Benzemá. Es admirable el jugador francés; Carlos Martínez lo llamaba anoche el jugador de hielo. Al contrario que Luis Suárez, no se sacrifica personalmente: juega como si estuviera en la exhibición de un prototipo de alto nivel. Pero cuando agarra el balón es el dueño del escenario en el que exhibe ese prototipo. Sus jugadas se contaron, ayer, por aciertos técnicos inolvidables; no fue suficiente, claro, porque perdió su equipo, pero él protagonizó una franca recuperación del Madrid, que tuvo acorralado al Barça en un momento decisivo del partido. Hasta que el Barça levantó la mirada otra vez.

Messi. Cuando Messi está agachado, el Barça se agacha; pero el problema no fue de Messi enteramente, sino de los huecos que se formaron en la estructura del medio campo. El del Barça, como el del Madrid, se ilumina tan sólo cuando por ahí deambulan pasos de gigantes, como Xavi (o Xabi Alonso, que ya no está) o Busquets, o Isco; Isco es un gran futbolista, con una técnica que lo acerca al mejor Iniesta. Por el lado del Barça esos huecos fueron notables, y Messi lo notó; en la segunda parte el Madrid descuidó esa zona, en la que Modric había brillado más que el malagueño, y el Barça reincorporó la razón del centro, que son Busquets y Xavi. El peligro madridista siguió, pero Messi recuperó la iniciativa, recibió más balones e hizo que el Madrid corriera más riesgos. Esa fue la clave del triunfo, a mi juicio. El símbolo fue al final Luis Suárez, pero no nos engañemos: si Messi no hubiera carburado, el motor barcelonista hubiera seguido atascado.

Casillas. Al portero madridista fue, antes de que empezara el partido, los distintos jugadores barcelonistas se acercaron a agasajarlo y a abrazarlo, como si fuera el santo grial. Fueron imágenes muy estimulantes para el deporte del fútbol y, sobre todo, para el clima que preside desde hace años, gracias a él y a Xavi, la Selección nacional que prepara Del Bosque. Hubo más broncas de las necesarias, pero no hubo más lío, y eso es bueno. Y eso es consecuencia, ya digo, del espíritu que gente como Casillas y Xavi han llevado a los campos de juego. Un partido de riesgo, resuelto de una manera determinada; pudo haber sido otro el resultado. Pero es que este del fútbol es un mundo raro, en el que gana el que mete un gol más: no es a los puntos. A los puntos, perdón, no hubiera ganado el Barça.