Morata: el 7 de España

Él es el futuro. No me podrán tachar ustedes de ventajista porque se lo vengo diciendo reiteradamente desde hace años. En Morata hay un nueve espectacular: habilidoso en el uno contra uno, rápido en el desmarque, protege la pelota con calidad, se desdobla perfectamente a las bandas y va perfecto de cabeza y con ambas piernas. Un ariete que parece sacado de un catálogo de cómo se debe jugar bien arriba. El nueve del futuro... y del presente de España. Además, este madrileño de 22 años está bendecido por su romántica apuesta. Eligió el dorsal número 7 en honor a su ídolo de siempre: Raúl González Blanco. Sólo por eso, Morata se merecía el premio del gol en su verdadero estreno con la Selección. El gran capitán debió celebrar desde Nueva York el gol de su aventajado alumno. Se desmarcó perfecto tras la triangulación de Iniesta y Koke, cuerpeó con la zaga ucraniana como un jabato, protegió bien la bola y cuando salió Pyatov elevó el esférico en una vaselina que dibujó el nuevo rumbo de esta España que no cambia el guión. Teje y teje hasta que un depredador como Morata te sella con goles tanto esfuerzo por hacerlo bien. Diego Costa puede seguir en Londres con sus altibajos y sus guadianas contracturados. Con Morata, yo duermo más tranquilo. El gol está en sus botas y en su corazón.

Recuerdos. Ahora que nos hemos medido a Ucrania me viene a la memoria el duelo que tuvimos con ellos en el debut del Mundial 2006. En las gradas de Leipzig disfrutamos de un 4-0 imperial. Era una España en la que ya eran titulares indiscutibles Casillas y Ramos. También sobreviven Cesc (que jugó ese día 15 minutos) e Iniesta, inédito en el banquillo. Ese equipo puso la semilla del que dos años después ganaría la Eurocopa. Y luego el Mundial, y otra Eurocopa... La de 2012 también se jugó en campos ucranianos (en perfecto estado antes de la terrible guerra que asola ahora al país). Justo en Kiev, la ciudad que alimenta especialmente a nuestro rival de anoche, La Roja derrotó 4-0 a Italia en la final, con el broche de oro postrero de Iker pidiendo al árbitro el pitido final para no hacer más sangre de un rival hundido que se batía en retirada. ¡Qué buenos tiempos, diantre...!

Buen gusto. Del Bosque nos regaló una oferta tan atractiva como irrechazable. Un centro del campo poblado por jugones sacados de un cuento de dibujos animados: Iniesta, Isco, Koke y Silva. Una factoría de diseño empeñada en imaginar combinaciones, paredes y pases entre líneas. Y entre todos ellos, quedó claro el gusto del público. El “Isco, Isco, Isco” volvió a ser el tema de moda, como en Elche, Granada, Cádiz, Málaga...

Sergio de España. En el Viernes de Ramos disfrutamos de nuevo de la solidez del central sevillano, que jugaba ante su gente en la misma cuna que le vio nacer para el fútbol hace más de tres lustros. Se cumplían diez años de su debut con esa camiseta roja que ama sin titubeos desde el primer día que la defendió ante China en Salamanca. Su cabezazo al palo del portal ucraniano mereció mejor premio en un día muy especial para él. Sus 125 internacionalidades hablan por sí solas. Ramos es el orgullo de España. Que cien años dure, crack.

Ánimo, Selección. Estos tres puntos nos aclaran la fase de clasificación, aunque los eslovacos siguen firmes por arriba. A este equipo no se le ha olvidado jugar al fútbol. Yo creo en ellos. No me bajo del carro...