En el fútbol, la impaciencia rompe el saco

Vi parte del primer tiempo de España ante Holanda; los holandeses son muy buenos, desde Cruyff y desde Kluivert; tuvieron un bache, que coincidió con el El Gran Momento de España, y luego se recuperaron, para desgracia de España, precisamente. Son lógicos y entusiastas, como los alemanes, y corren como gamos. Si te cogen desprevenido te hacen un gol y luego te hacen otro. Y eso fue lo que hicieron, los malditos (lo digo en sentido figurado, claro: Dios me libre de maldecirlos), y nos golearon en seguida, de modo que nos quedamos para vestir santos o para recuperarnos en la segunda parte.

Vi entero el segundo tiempo. Entraron algunos españoles balsámicos, entre ellos el gigantesco Silva. Este futbolista que procede de Arguineguín, como el mítico Valerón, y que forma parte de una cantera ubérrima, la de la Unión Deportiva Las Palmas, le dio otro sentido al partido. Repartió juego e hizo jugar a los otros con una extraordinaria exigencia, con un rigor que lleva en la cabeza y que se transmite a los pies. Funcionaron bien, en este periodo, la zaga, la media… En la delantera hubo modos buenos y mala suerte, que, como la paciencia, forma parte del juego.

Era un amistoso que se tomaron muy en serio las dos selecciones, la holandesa en la primera parte y la española en la segunda; los holandeses tuvieron fortuna en su periodo y España anduvo a la busca del tiempo perdido en la segunda parte. Y fue, señores, déjenme que lo diga, una parte llena de uys y de ays porque los jugadores que están ahí a las órdenes de Vicente del Bosque estuvieron siempre a punto de lograr un reequilibrio en marcador tan desfavorable.

En cuanto acabó el partido observé por todas partes la obsesión comparativa a la que tan dados somos los españoles. Nos remontamos a Brasil, a Sudáfrica, e incluso a aquel Brasil de 1970, para dar por terminada la excursión del fútbol español por la calidad. Y me pareció, francamente, que nos mata la impaciencia y que no es para tanto. A Del Bosque le pidieron, los aficionados, los críticos y los hipercríticos, que renovara el fútbol de la Selección para que volviera a competir como Dios manda (caramba, ya ha salido Dios dos veces en este comentario); para lograr esa renovación el seleccionador, lógicamente, tiene que renovar e incluso revolucionar; pero para llegar a esa renovación que se le exige es imprescindible cambiar desde la base, dejando, en lo posible, a la base misma. Si se le requiere para un menester impaciente estarán dándole a Del Bosque una puerta equivocada.

La impaciencia nunca ha jugado bien al fútbol, ni al de club ni al de Selección. El talante de Del Bosque jamás estuvo animado por la precipitación ni por el riesgo inadecuado. Creo que la paciencia que ha demostrado para continuar con buen pie la herencia de Luis Aragonés es la que requiere para heredarse a sí mismo. Denle tiempo y hará milagros (aunque ya saben, aquí milagros no los hace sino Dios, a quien convoco, en estos días santos, por tercera vez).