Mosley pone el dedo en la llaga

Max Mosley opina sobre la crisis de la Fórmula 1 y considero que su criterio es muy válido. Bien es verdad que los toros se ven estupendamente desde la barrera, no todo fueron aciertos durante su mandado en la FIA, pero una vida en las carreras (buena parte de ella en contacto directo con los grandes premios y su problemática) tiene su incuestionable valor de conocimiento. Y pone el dedo en la llaga al referirse con acierto a la brecha que se está abriendo entre ricos y pobres, las diferencias abismales que existen entre las escuderías más poderosas y las modestas, un desequilibrio capaz de hacer peligrar el propio sentido de la competición. Bien es cierto que siempre han existido clases dominantes en la parrilla, pero el asunto se agrava cuando ese distanciamiento empieza a ser desproporcionado.

Dar la espalda a tal realidad puede tener consecuencias terribles para el campeonato. Con cada vez menos coches en pista, algunos de ellos de escasa competitividad y con algunas escuderías haciendo encajes de bolillo para no desaparecer el espectáculo se resiente inevitablemente. Son tiempos para la solidaridad, para que la riqueza de reparta de forma más equitativa buscando una mayor igualdad de fuerzas. Lo dice Mosley pero no es el único; se quejan los propios equipos, los patrocinadores, los pilotos que ven esfumarse su sueño en la F-1 por falta de recursos, Pirelli también se cuestiona la rentabilidad de su apuesta, los aficionados se alejan del deporte… En fin, casi un clamor popular al que Bernie Ecclestone, si es que sigue mandando tanto como se dice, no debería permanecer ajeno. Es su negocio lo que está en juego.