Un gol vale más que mil palabras

El Barça juega mal, seguramente; golea a veces, sin duda. A veces esos goles valen oro, como el que marcó Mathieu ante el Celta y como el que el propio defensa francés anotó frente al Real Madrid. En el Carrusel de anoche escuché la estadística, que últimamente tanto juega al fútbol: de los últimos veintiún partidos el equipo ha ganado veinte. No está mal. ¿Los ha ganado bien siempre? Seguramente no. ¿Ha marcado goles? Seguro que sí. ¿Han sido bellos? Es muy probable que no. Pero, ¿qué es el fútbol? ¿Una medida de precisión que contiene solo belleza?

El fútbol es también esto: sufrimiento y desorden, hombres cabizbajos que están siendo perseguidos por otros que también juegan y que te desbaratan combinaciones geniales. Si hubiera algunas de estas, que las hubo anoche en medio de la mediocridad general, el Barça hubiera goleado fácilmente. Aun jugando mal, o quizá porque juega mal, goleó: a veces lo vulgar se hace excelso en cuanto cambias largueros o despistes por goles. A los aficionados nos convencen las buenas jugadas y los buenos goles. Y nos convencen los puntos. Si el Barça anoche hubiera marcado sólo el gol de Messi hubiéramos dicho que ese gol vale más que mil palabras.