La dolorosa paz de los cementerios

El racinguismo, el mismo que estuvo en pie de guerra de manera admirable hace año y medio para echar a los malos de su club, está extrañamente silente, no se si exhausto o directamente muerto, cuando el Racing está a punto de perder la batalla por su supervivencia. Cualquiera que lea esto fuera de Cantabria no se podrá creer que por menos de un millón de euros vaya a desaparecer la institución que, junto al Banco Santander, más identifica a nuestra tierra por el mundo. Pero es así. El racinguismo, solo, agotado y confundido, no ha dado la talla. Duele escribirlo, pero con más de 10.000 abonados y centenares de miles que se reconocen ‘racinguistas’, solo 2.416 han comprado acciones. Los exjugadores, que se están fajando, simplemente no han dado para tanto.

¿Y los políticos?, pensarán a bote pronto muchos, olvídense. Ni es el momento más propicio ni tienen la más mínima voluntad. Todos. A los tres partidos con representación en el Parlamento de Cantabria y el Ayuntamiento de Santander, populares, socialistas y regionalistas, solo les preocupa que los otros, en esta campaña electoral, no les puedan señalar por meter la pata en un caso tan mediático. Prefieren no hacer nada. Ni levantar el teléfono. Un poco de toreo de salón los que gobiernan y ni eso los de la oposición. Ni dinero, ni cariño ni trabajo. Quedan menos de dos semanas para el milagro de que el Racing no siga el camino del equipo decano del ciclismo mundial, el de ACB o el club de balonmano que ganó todos los títulos del mundo: morir en silencio.