Querer pasar sin hacer nada

El Atlético buscó otra vez la prosperidad ante el Madrid desde el orden, el compromiso, la concentración y el defensivismo. Para el ataque, balón parado y gracias. Mandzukic no da para la velocidad. Un plan censurable desde lo convencional, feo, pero que escapó en otras del debate con resultados. Ahí estuvo la Supercopa y la Copa. Ayer acarició igualmente el 0-0. Tuvo sus temidas chances a balón parado, pero sin eficacia. Y el marcador no acudió al rescate. Ni el marcador ni Arda, finalmente quien desniveló la contienda. Un salto sin mirar con la plancha en alto, en un lugar intrascendente y para molestar a Ramos en un pelotazo inofensivo. Todo con una amarilla en la mochila. Un pecado de principiante que no es nuevo en el debe del turco. El de más talento es también el de más deslices infantiles y fatales.

Fue tras la expulsión cuando el partido viró hacia el Madrid, quien, con las luces apagadas, puede argumentar que, incluso con bajas, siempre lo intentó. No ayudó tampoco Simeone con los cambios. Raúl García cumplió con su propensión a la macarrería en los derbis con una patada de roja a Varane. Y encima para renunciar a Griezmann: esas cosas del Cholo tan difíciles de aprobar. Su ocurrencia postrera de los tres centrales trajo paradójicamente el único agujero en toda la noche. No fue en el 93, pero casi. Sería ventajista reprochar ahora la fórmula desde la que también encontró el éxito. Pero no mereció más el Atlético. Ni siquiera lo buscó.