Cristiano y el momento esperado

Cristiano sabía que iba a haber un momento clave. Un espacio. Un pase. Una ocasión. Una carrera. Una pared. Un balón dividido. Una oportunidad para estirar la pierna más que el rival. Y quizá, si todo salía bien, un momento para celebrar en conjunto. Y fue lo que ocurrió. Al final, muy al final. Y la celebración no fue coreografiada, fue de verdad. Puño en algo, cogiéndose del hombro de James, consciente de que el esfuerzo no había sido solo suyo. Pero tuvo que pasar mucho tiempo. Un partido contra el Atlético es molto longo. Cristiano lo intentó por la derecha pero sus compañeros no le veían. Y cuando se encontraba uno contra uno con Gámez amenazaba con regatear, pero no consiguió irse de su defensor, acelerado, falto de la explosividad que le ha hecho famoso.

Cuando se situaba por la izquierda, a menudo abandonaba la jugada para meterse en el área: ya se sabe que Cristiano es más ariete que nunca. Chutó desde fuera del área y en una ocasión hizo un gesto que le dañó la rodilla. No era su día. Los gestos de frustración fueron sólo contra sí mismo. Sabía que la lentitud de la circulación de los suyos, que impedía la creación de más espacios, era porque el Atlético imponía respeto. Pero se debía imaginar que valía la pena luchar por balones divididos con una potencia que al final del encuentro no tenía nadie más, intentar una pared con James, conducir en el área, estirarse para ceder el balón a Chicharito... Y llegó el momento esperado.